viernes, 2 de mayo de 2008

En la noosfera con Jaime Muñoz



En Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, documento distribuido por la UNESCO en todo el mundo, el filósofo francés Edgar Morin aborda la urgencia de comprender que las creencias y las ideas no sólo son productos de la mente, también son seres que tienen vida y poder. Seres que pueden poseernos.
Debemos tener presente, escribe Morin, que “desde el comienzo de la humanidad nació la noosfera –esfera de las cosas del espíritu– con el despliegue de los mitos, de los dioses; la formidable sublevación de estos seres espirituales impulsó y arrastró al homo sapiens hacia delirios, masacres, crueldades, adoraciones, éxtasis, sublimidades desconocidas en el mundo animal. Desde entonces, vivimos en medio de una selva de mitos que enriquecen las culturas. Procedente por completo de nuestras almas y de nuestras mentes, la noosfera está en nosotros y nosotros estamos en la noosfera. Los mitos han tomado forma, consistencia, realidad a partir de fantasmas formados por nuestros sueños y nuestras imaginaciones (…) Los humanos poseídos son capaces de morir o de matar por un dios, por una idea”.
Me parece importante recordarlo porque esta noosfera o esfera de las cosas del espíritu es el ambiente natural de los cuentos que componen Ojos en la sombra, de Jaime Muñoz Vargas. En las 212 páginas que integran este libro, presentado apenas el miércoles pasado en el Teatro Nazas, los personajes son a la vez defensores y víctimas del mundo de las ideas.
Decir que Jaime tiene la habilidad para armar cuentos que se leen de un jalón sería lo mismo que elogiar a Maradona porque corre sin caerse. Que tiene un ritmo implacable como narrador y que coloca los adjetivos con precisión de astronauta, se ha dicho ya también. El autor de novelas geniales como El principio del Terror y Juegos de amor y malquerencia es una especie de globtrotter literario que se desplaza por las frases con la elegancia de quien se sabe dueño del balón y de la cancha.
Quizá por eso prefiero decir que en este nuevo libro, publicado por la Universidad Autónoma de Coahuila dentro de la colección Siglo XXI, Escritores Coahuilenses, Muñoz Vargas prefiere mostrar a demostrar: aparecen retratados boxeadores a los que la derrota les sabe a triunfo, estudiantes que consumen toneladas de filosofía como si se tratara de pastelillos, exiliados que décadas después regresan a su patria a retomar la lucha. Y todos tienen como común denominador el compromiso con su visión del mundo.
En Ojos en la sombra, Jaime describe ambientes sórdidos habitados por un muestrario de personajes que intentan sobreponerse a la frustración. El contrapunto viene cuando el lector se da cuenta de que estos personajes se enfrentan al abismo con la dignidad de quien no vende sus ideas. Es precisamente un asunto de congruencia lo que amarra el conflicto en “Tras el rastro del orgullo”, una ficción policial que, estoy seguro, se ha concretado muchas veces en la realidad mexicana.
Las ideas mueven también a los estudiantes de “La insoportable mezquindad del ser” a fundar un periódico estudiantil de la misma forma que movieron en 1973 a Pinochet a asaltar La Moneda. Las ideas mueven al calvo doctor Iparrea a buscar un cubículo para realizar sus investigaciones como mueven a las argentinas Madres y abuelas de Plaza de mayo a seguir reclamando por sus hijos desaparecidos. Las ideas mueven al chileno Antar Lynch del mismo modo que, en un clásico de la literatura coahuilense, movieron a Olga a quedarse en Rusia. Hablo de un cuento al que Muñoz Vargas le rinde homenaje: “Amor en Moscú”, impecable ficción del maestro Saúl Rosales contenida en Autorretrato con Rulfo. Los hombres crean ideas y las ideas crean hombres. Si la sabiduría popular aconseja que cada acción cuenta, por mínima que sea, el más reciente libro de Jaime Muñoz Vargas muestra que las ideas cuentan igual o más, por que estas últimas generan las primeras. Muestra que aún dentro de cada uno de nosotros, incluso en los momentos en que nos pensamos solos, siempre hay ojos en la sombra que registran hasta las mínimas variaciones que sumadas componen la historia universal.

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