viernes, 13 de febrero de 2009

Torta y sesenta velitas


Ayer doce de febrero cumplió sesenta años Joaquín Sabina. Transcribo a continuación unos versos geniales que escribió mi amigo Trejo. Entre muchas otras cualidades, puedo decir que Trejo es un músico potente, un lector atento y un hábil poeta...más versos para Sabina y otras cosas en: http://www.dealgodon.blogspot.com/


Torta y sesenta velitas
(Por Trejo)

Siete monjas carmelitas,
sacerdotes salesianos,
dos poetas Parnasianos,
un tumulto de adelitas,
torta y sesenta velitas,
Quevedo, Lope, Cervantes,
damas no tan elegantes,
colchoneros, Maradona,
Olga, de Diego y Varona,
también antiguas amantes;
se darán cita en el siete
de calle melancolía,
doce de febrero el día
a celebrar el banquete;
música, alcohol, cubilete,
de champán una piscina,
algunas líneas de harina,
orgía y guerra de almohadas,
abrazos y carcajadas
porque cumpleaños Sabina.

lunes, 9 de febrero de 2009

Un narrador así



El suplemento literario Hoja x Hoja publica, en su número de febrero, un texto que escribí acerca del más reciente libro de cuentos del maestro Vicente Leñero. Transcribo a continuación los primeros párrafos:

En un lapso de casi 40 años, el escritor mexicano Vicente Leñero ha creado una sólida obra que se fundamenta en la lealtad a la novela y al teatro. Enmarcando esta brillante trayectoria, hay dos libros de cuentos: La polvareda, su debut literario, de 1959, y Gente así, publicado en 2008. El joven narrador Vicente Alfonso comenta la maestría cuentística de un narrador así de consumado.

Una mañana de 1958, un joven escritor se topó con la convocatoria del Primer Concurso Nacional de Cuento Universitario. El jurado estaba integrado por Guadalupe Dueñas, Henrique González Casanova, Juan Rulfo, Jesús Arellano y Juan José Arreola. Ese mismo día, el aspirante a cuentista se sentó frente a una Rémington negra de teclas redondas y escribió un cuento de ambiente rural en el que había resabios de Juan Rulfo. Lo llamó “La polvareda”. Dos días después escribió un relato muy distinto en el que utilizaba recursos faulknerianos y narraba la anécdota de unos jóvenes clasemedieros que roban un auto y se accidentan en la carretera. Para despistar al jurado, tecleó este nuevo texto —titulado “¿Qué me van a hacer, papá?”— en una Smith Corona portátil, de letra muy pequeña. Envió ambos al concurso. “La polvareda” ganó el primer lugar... y el segundo lo obtuvo “¿Qué me van a hacer, papá”.Con los dos cuentos premiados, seguidos por otros veinte relatos cortos, aquel joven llamado Vicente Leñero armó La polvareda, su primer libro. Se trata de un volumen de 188 páginas publicado por Jus en 1959, dentro de la colección Voces Nuevas.
A medio siglo de haber escrito aquellos primeros relatos, Leñero nos entrega Gente así (Alfaguara, 2008), cuentario con el que —arquitecto a fin de cuentas— tiende puentes hacia esa primera publicación...

lunes, 2 de febrero de 2009

Autorretrato con Rulfo


Reproduzco hoy aquí la primera reseña que publiqué, hace ya algunos años, cuando estudiaba periodismo. El libro que reseñé entonces es todavía uno de mis títulos preferidos: Autorretrato con Rulfo, de Saúl Rosales Carrillo. De entonces a hoy, este volumen de cuentos ha seguido acumulando ediciones y es fácil de conseguir:

Después de leer Autorretrato con Rulfo, segundo volumen de cuentos de Saúl Rosales, queda la certeza indiscutible de que en lo cotidiano nacen las utopías. Con la vida que les da el autor, los personajes tienen poco tiempo para preocuparse por las miradas entrometidas de quienes los leemos, y se desplazan por el libro con una naturalidad insólita: arrastran problemas añejos, confunden el amor con las ideas políticas, celebran cumpleaños o se empeñan a sí mismos en un bazar para conjurar al maligno desempleo. De sus búsquedas surgen historias entrañables, vitales, condimentadas por un hábil manejo del lenguaje que logra piezas ejemplares de carpintería narrativa.
Diez cuentos componen esta obra que es ya un clásico de la literatura forjada en los márgenes del Nazas. En "Aguinaldo para Santoclós", Rosales hace descender del pedestal de la mitología contemporánea al gordo personaje navideño: lo humaniza, lo vuelve uno más entre nosotros y lo deja a la deriva, a que tome sus propias decisiones. La solución de encrucijadas habituales es el punto de encuentro en todas las historias.
En "Amor en Moscú", el narrador desliza una advertencia helada: “El amor, aunque hace infinitos los momentos, no detiene el tiempo”. Bajo esta reflexión, un personaje del desierto y una hermosa mujer soviética enfrentan la doble disyuntiva de encontrar un momento común para personas distintas: ¿qué los sostiene? ¿el pasado o el futuro, la expectativa o las raíces?
En el cuento que le da título al volumen, el narrador cuenta que una vez le dijo a Juan Rulfo: “me preocupan las necesidades del pueblo”. El creador de Comala le soltó una respuesta que terminó de disolver los límites de por sí imprecisos entre la narrativa y el mundo real. Nadie se asombre entonces de verse retratado en la tinta de Rosales, cruzando una calle o enfrascado en un insoluble laberinto burocrático. Después de leer Autorretrato con Rulfo, muchos nos hemos quedado sin saber a ciencia cierta si somos lectores o leídos, si habitamos en las páginas o las páginas habitan en nosotros. Entonces nos damos cuenta de que el autorretrato es con todos.