domingo, 17 de mayo de 2009


más o menos la muerte



La muerte es sólo un niño
de cara triste
un niño
sin motivo
sin miedo
sin fervor
un pobre niño viejo
que se parece
a Dios.

A veces
sin embargo
es tan sólo un silencio
sin pasado
sin molde
sin olor
un silencio en que ladran
los perros
esos perros
y uno se pregunta
quiénes son.

Otras veces.

Otras veces
es una niebla espesa
que se mete en los ojos
que destruye la voz
y lo arrincona a uno definitivamente
bueno
definitivamente no
tan sólo hasta que uno
se siente
sin amor.

A veces.

Pero es raro.
Por lo común la muerte
es solamente un niño
de cara triste
un niño
que sale de la noche
sin motivo
sin miedo
sin fervor
un pobre niño viejo
que deja caer su mano
sobre mi corazón.

martes, 12 de mayo de 2009

Pacheco todo un día




La semana pasada se dio a conocer, en España, que José Emilio Pacheco se hizo merecedor del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, uno de los galardones más prestigiosos en lengua española, dotado con 42 mil euros (unos 56 mil dólares).

Jaime Siles, uno de los miembros del jurado, se expresó así del maestro al momento de dar a conocer el galardón: "José Emilio Pacheco es el único poeta posterior a Octavio Paz que ha creado un universo auténticamente propio, trabajando prácticamente todos los tonos del lenguaje, el poema confidencial, el irónico, el de lo cotidiano

Dediqué hace muy poco este espacio a la obra del maestro José Emilio, y concretamente a uno de sus libros más entrañables: la novela Las Batallas en el Desierto. La razón es que acababa de releer esa novela, pues fui uno de los seis invitados a participar como charlista en el homenaje que le organizó, por sus 70 años de vida, la Cátedra Alfonso Reyes que se imparte en el Tecnológico de Monterrey. El homenaje se llevó a cabo el pasado 15 de abril, en Puebla. Los otros participantes fueron Eduardo Langagne, Glafira Rocha, Mario Bojórquez, Emmanuel Carballo y Jorge Fernández Granados.

Llegamos a la tierra del mole desde el 14 de abril. A mí y a Glafira nos tocó abrir las actividades con una charla sobre la narrativa del maestro. Fue una experiencia memorable por muchas razones. Quizá la primera de ellas es que en el auditorio, sentado en primera fila, estaba José Emilio Pacheco. Durante todo el día estuvimos conversando con él, haciéndole preguntas, contando anécdotas que tienen que ver con su obra o con la literatura en general.

Yo llevaba el primer ejemplar que tuve de Las Batallas en el Desierto: una versión de monitos, una especie de libro vaquero con alto voltaje literario. Otros llevaban ediciones agotadas, o antologías, o ejemplares de revistas en donde Pacheco había publicado primeras versiones de poemas que ahora son auténticos himnos generacionales. (¿Quién no ha leído o escuchado alguna vez el poema Alta Traición?).

En cada una de las charlas el maestro Pacheco estuvo atento, haciendo comentarios, bromas, precisiones. Fue un día fluido, estimulante, y al final de la jornada, cuando el autor de El Viento Distante ofreció un recital, la atmósfera era propicia para escucharlo como si en lugar de una Cátedra, aquello fuera una conversación de sobremesa. Pero en realidad fue una Cátedra.

Con una paciencia que raya en el heroísmo, Pacheco accedió a leer el poema titulado Pompeya

La obra de Pacheco es seria, no solemne. Sus novelas, cuentos y poemas son conversaciones: avanzan con agilidad, y estalla el asombro en cada línea. De allí que el jurado que le concedió el Premio Reina Sofía haya querido destacar "el universo auténticamente propio" que este autor ha creado. Felicidades, Maestro.

lunes, 4 de mayo de 2009

Stayin' alive




"La comunidad no renuncia a la afirmación de la propia identidad personal. Por el contrario, intenta una vía distinta para descubrir el verdadero yo, la ruptura de la obsesión por sí mismo".

Luis Villoro


Comenzábamos apenas a acostumbrarnos a las turbulencias de la crisis financiera internacional cuando el brote de influenza A H1N1 nos trajo más dosis de adrenalina. Nunca, que yo recuerde, había visto tan desiertas las calles de la ciudad de México. No faltan los escépticos que se suben al metro sin tapabocas, que comen en la calle, que aprovechan el puente para salir a la playa. Pero son mayoría quienes se muestran preocupados o al menos cautelosos.

¿Cuándo se había visto que los matrimonios de clase media/alta atiborraran el carrito con sopas instantáneas, con latas de atún? Otros llevan papel higiénico, garrafones de agua, comida para perro. Los productos de moda son el cloro, el gel con alcohol, todo tipo de jabones. La leche empacada, el arroz, el azúcar, las latas de lo que sea. Y en los altavoces, alguien con oscuro sentido del humor ha programado una y otra vez aquella vieja rola de los Bee Gees: Stayin' Alive.

Quién iba a decir que el color de esta temporada sería el azul-tapabocas. El N1H1 nos ha puesto, otra vez, ante la paradoja del individuo frente a la colectividad: ¿cuál es el camino? ¿debemos procurar el bien común por encima del beneficio personal, o primero están mis dientes que mis parientes?

De alguna forma nos enfrentamos aquí a una variación de lo que los economistas llaman "la paradoja del ahorro". La idea es la siguiente: en épocas de crisis, a nivel individual se aconseja gastar lo menos posible, pero a nivel colectivo lo que se requiere es mayor gasto para reactivar la economía. ¿Qué hacer? ¿ahorrar, gastar? ¿Es el gobierno, y no las personas quien debe hacer los desembolsos?

En este momento atravesamos una crisis de salud en medio de una crisis financiera. Las personas temen al virus de la influenza, las empresas al virus de la bancarrota. Mientras las autoridades intentan convencer a la población de no hacer compras de pánico, los supermercados saturaron desde el jueves las cadenas de radio con sus "ofertas de fin de semana": latas de atún y sopas instantáneas. Los mensajes son contradictorios, cómo evitar que la gente se preocupe y tome medidas. ¿Podemos culpar a un hombre que saca a su familia de la ciudad de México, aún cuando su acción entrañe el riesgo de diseminar el virus por otros puntos del territorio nacional? ¿A qué está orientado el uso del tapabocas: a cuidar a los demás o a quien lo porta?

No es fácil tomar las decisiones que requiere el país: proteger del todo al individuo implicaría aislarlo y por lo tanto suspender las actividades económicas en México. Eso significaría aún más despidos en un país lastimado por el desempleo y por la falta de oportunidades. Proteger a la colectividad, y en consecuencia no tomar ninguna medida (como han sido el cierre de escuelas, restaurantes, cines, estadios, teatros e iglesias) implicaría una mayor propagación del virus y a mediano plazo una catástrofe sanitaria.

Mientras arribamos a una solución para esta paradoja, no está de más acatar las medidas preventivas para atenuar la expansión de este virus (pues frenarlo, según la Organización Mundial de la Salud, es ya imposible). La situación exige criterio y disposición de todos. De poco sirve esperar a que la limpieza y el cuidado arriben a nuestras casas por decreto.