lunes, 23 de marzo de 2009

Tras las ocho columnas


Estalló el escándalo: la revista Forbes incluyó en su lista más reciente de multimillonarios a Joaquín "El Chapo" Guzmán. ¡Ave maría purísima! ¡Un criminal! "¿a dónde hemos llegado?", dirán algunos. "¿Qué te pasa?, está bien", responderán otros: "hay que ser realistas, el señor crea muchos empleos". Las voces van y vienen, y por todos lados saltan argumentos de por qué sí o por qué no debe incluirse a Guzmán en la lista.

No voy a dar aquí razones en favor o en contra: sólo quiero señalar la rapidez de reacción de los informadores mexicanos. Con el grito en el cielo han señalado que si los editores e investigadores de Forbes tienen datos privilegiados, deben compartirlos con el Gobierno de nuestro país. Bien visto, el asunto revela una de esas extrañas realidades a las que nos hemos acostumbrado a fuerza de convivir con ellas: medios atacando a otros medios en defensa de quién sabe qué interés, usando como pretexto la soberanía y la defensa del Estado de Derecho. Me parece que los medios olvidan que, cuando son ellos quienes ven sus intereses lastimados, son los primeros en defenderse bajo la bandera de la libertad de expresión.

Sin ir más lejos, ayer por la mañana escuché, en un programa chacotero e informal que se etiqueta a sí mismo como noticiero (se llama el Matutino Express y pasa por el canal cuatro de la Ciudad de México) que un tal Esteban Arce decía que CNN es la vergüenza del periodismo mundial por la facilidad con que manejan la información para favorecer sus intereses. Obviamente, el señor Arce olvidó bajo qué señal transmite, y se olvidó también de la basura de noticiero que conduce (la única que se salva es Claudia Quijas, bella y profesional). Qué forma de escupir hacia arriba de un noticiero televisivo que ostenta el chacoteo y la burla como su principal oferta.

Lo que también olvidan la mayoría de los comunicadores del país -y de muchas otras latitudes- es que en años pasados dicha lista ha sido digna de toda confianza, aunque bastase un poco de sentido común para darse cuenta de que las afirmaciones de la revista no se sostienen. ¿Cómo hicieron hace tres años los investigadores para calcular la fortuna personal de Fidel Castro en 550 millones de dólares? Como entonces se trataba de linchar al mandatario cubano, la revista fue citada como una sólida fuente: si lo decía Forbes, debía ser verdad que Castro era el séptimo mandatario más rico del planeta.

Voy al grano. Resulta sintomático también que haya provocado más ruido la inclusión de Joaquín Guzmán en la lista de multimillonarios que otro hecho ocurrido el pasado 5 de enero: el New York Times publicó un anuncio en su portada. Si bien este periódico insertaba desde 2006 anuncios en las portadas de su sección de negocios, no lo había hecho jamás en su carátula principal. También hay que tener presente que a fines del año pasado el diario neoyorkino reveló que nuestro compatriota Carlos Slim compró, ni más ni menos, 6.4% de las acciones del rotativo. En otras palabras: es evidente que los medios impresos están buscando alternativas para capotear la crisis.

El primer anuncio que aceptó el New York Times fue de CBS Corp., a ocho columnas, a todo color y en la parte inferior. Otros diarios norteamericanos que ya incluyen anuncios en su primera página son el Wall Street Journal, USA Today y el International Herald Tribune, del que es dueño The New York Times Co.

Me pregunto entonces si la inclusión del señor Guzmán no está más motivada por la necesidad de ingresos que por la vocación informativa. Quién cree la hipótesis de los editores ingenuos, que no sabían las implicaciones y reacción de incluir un simple nombre en este número.

Eclipsados por la discusión en torno al señor Guzmán, el resto de los números que ofrece Forbes también son interesantes:

Vivimos hoy por hoy en un planeta con menos multimillonarios (exactamente 793 contra 1,125 que había en 2008). También en un planeta con menos mujeres multimillonarias (72 contra las 99 que contabilizó la revista el año pasado). Por último, destaca que la edad promedio de los millonarios es 63.7 años. Mi padre tiene 62. Le quedan, ni más ni menos, 1.7 años para hacerse multimillonario en dólares. ¡Ánimo, jefe!

viernes, 13 de marzo de 2009

Por partida doble

Vicente Alfonso y Frino, en una foto (no muy) reciente

Hace un par de años el médico italiano Severino Antinori sorprendió al mundo con la afirmación de que pronto nacería el primer humano clonado, fruto de experimentos inciertos en alguna nación árabe. De inmediato, otros científicos se apresuraron a desmentirlo. Lo importante aquí no es qué tan cierta o falsa es la declaración de Antinori, sino que pueda ser posible. Hoy se tiene la impresión de que muchos experimentos se hacen sólo porque pueden hacerse, sin analizar a fondo las puertas que se abren con cada paso. En el terreno práctico, la generalización de las prácticas de clonación humana causaría un estrépito que no estamos preparados para asimilar: demostraría que no somos irrepetibles, al menos biológicamente. 
       La cosa es que no lo somos. En la naturaleza encontramos casos que permiten entrever los problemas que brotan de una situación así. Uno de estos escenarios, que atiza la curiosidad general desde siempre, es la de los gemelos idénticos. Se llaman gemelos idénticos aquellos que provienen de un solo óvulo fecundado por un mismo espermatozoide, que se ha dividido en algún momento de su evolución. El resultado es el nacimiento de dos personas con gran parecido físico. Ante la semejanza, surge siempre la tentación de establecer lazos invisibles entre los hermanos que viven rodeados de mitos extraños y creencias imposibles: ¿mantienen un canal de telepatía? ¿si uno se enferma, el otro resiente los síntomas? ¿aprovechan las coincidencias físicas para hacer trampa en los exámenes? ¿besan de vez en cuando a la mujer que no les corresponde?
Los antiguos aztecas creían en Xólotl, un dios que en realidad eran dos: siempre se representaba doble, podía ser en forma de dos coyotes, dos plantas, dos águilas. La idea no era del todo equivocada: Jean Rostand, biólogo destacado, califica en su Ensayo Sobre lo Humano a los gemelos como “un reto a la unidad biológica de la persona”.
      La solución a este acertijo doble parece estar más cerca de la literatura que de la medicina: los escritores han sabido captar desde siempre que hay un plano en el que las personas, a pesar de compartir los rasgos físicos, tienen diferencias notables que forman su esencia individual, irrepetible. La relación entre mellizos no es en este caso una lucha de absolutos y bueno contra malo, tonto contra listo y ni un espejo biológico, sino una situación con relieves humanos como cualquier otra. El tema ha sido abordado desde épocas remotas por Antífonas, Plauto y Aristófanes, hasta las novedades literarias de José Saramago y Tomás Eloy Martínez.
     Mark Twain jugaba con las posibilidades de la confusión: decía que no sabía si aún estaba vivo, porque en su infancia su madre lo había mezclado en el baño con un hermano gemelo, quien había muerto mucho antes que él. García Márquez utiliza estas duplas humanas como la columna vertebral del cuento La Otra Costilla de la Muerte; también en las novelas Crónica de una Muerte Anunciada y Cien Años de Soledad. Es notable el retrato de Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo, hermanos condenados al destino compartido de la confusión constante. “Los cuerpos fueron puestos en ataúdes iguales y allí se vio que volvían a ser idénticos en la muerte, como lo fueron hasta la adolescencia (...) En el tumulto de última hora, los borrachitos tristes que los sacaron de la casa confundieron los ataúdes y los enterraron en tumbas equivocadas”.
      Cada paso científico exige en sí mismo la madurez para sobrellevarlo. La incapacidad humana para enfocar la existencia de los mellizos permite una idea aproximada de las dificultades que acarrearía la clonación en masa. Estamos en una etapa demasiado temprana en la que aún creemos que investigar es destrozar a destajo, como el niño que rompe sus juguetes para ver cómo funcionan.

jueves, 5 de marzo de 2009

Cumbias, polkas y balazos...




Recientemente el Premio Herralde de Novela fue otorgado a Daniel Sada por su novela Casi Nunca, obra elegida entre 244 trabajos recibidos. En esta ocasión el libro que obtuvo el galardón español tiene, por varias razones que explicaré párrafos más abajo, profundas resonancias coahuilenses. Mientras tanto hay que decir que el Premio Herralde lo han obtenido con anterioridad autores como Juan Villoro (por El Testigo) y Sergio Pitol (por El Desfile del Amor).
Nacido en 1953, Sada escribe ensayo, poesía, cuento y novela. Ha sido definido por la crítica como un “escritor poliédrico” y un “formalista riguroso”. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y obtuvo el premio Xavier Villaurrutia en 1992. Entre sus obras se pueden mencionar Lampa vida, Albedrío, Juguete de Nadie y Otras Historias, Una de dos (que fue llevada al cine con una magnífica actuación de Tiaré Scanda), Luces Artificiales, Ritmo Delta y Porque Parece Mentira la Verdad Nunca Se Sabe.
Una de las características más notables de este autor es que obtiene un equilibrio entre la forma y el fondo a partir de una estrategia que estamos más acostumbrados a encontrar en los poetas. Escribe narrativa con métrica. Si uno escucha la prosa de Sada, rápidamente se da cuenta de que está armada en pequeños tramos de ocho sílabas, aunque no estén dispuestos visualmente los grupos de sílabas como tales. Es importante rescatar esto no sólo porque lo revela como una pluma preocupada por la palabra, también porque el octosílabo es la base de nuestra habla popular: muchas de las frases que utilizamos a diario están formadas por ocho sílabas. Para disipar cualquier duda al respecto, basta analizar la letra de casi cualquier corrido. (Estos eran dos amigos/ que venían de Mapimí…)
Sada, quien se ha definido a sí mismo como “un autor coahuilense” (pues a pesar de haber nacido en baja California creció en Sacramento), presentó la novela a concurso bajo el seudónimo de G.D Fanance. Casi Nunca retrata una relación amorosa a tres bandas entre un ingeniero agrónomo, una prostituta y una ilustre señorita. Ilustre señorita que, por cierto, vive en Coahuila, hasta donde debe viajar Demetrio, el protagonista, para visitarla.
No es la primera vez que nuestro estado forma parte de la narrativa de este autor: Una de dos, novela que ya mencioné, tiene como contexto el pueblo de Sacramento, Coahuila, en donde se desarrolla la acción. Y muchos de sus cuentos tienen como escenario poblaciones de nuestro estado: Nadadores, Charcos de Risa, el propio Torreón. Y apenas en octubre pasado, durante la Feria del Libro de Saltillo, Sada dio a conocer que su volumen de cuentos Registro de Causantes será reeditado dentro de la colección Siglo XXI Escritores Coahuilenses.
Transcribo, para cerrar esta primera columna de 2009, el primer párrafo de “La cárcel posma”, cuento incluido en Antología Presentida, una recopilación de cuentos del autor que hoy nos ocupa publicada en diciembre de 1993 por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Me parece más que oportuno porque no sólo es un ejemplo de lo que escribe el Premio Herralde 2008, también pudiera ser una crónica del Torreón que vivimos a principios de 2009. Es notable cómo la forma de ocho sílabas le da ritmo al texto, pero el autor no se limita a eso: recrea giros en el habla popular, rescata usos que son naturales de nuestra región, retrata espacios emblemáticos y personajes bien conocidos. Va, sin más presentaciones, el párrafo:
“Torreón o como antes le llamaban ‘Donde se cruzan las vías’, allá en el siglo pasado era una estación de tren. Claro que en la actualidad hay industrias y comercios, ¿progreso? ¿relajamiento? Televisión en inglés. Agua en tubos dizque pura. Mucho cine descarado y demasiadas mujeres que bien pudiera decirse: son las flores del desierto. De esto último ni hablar, brotan como palomitas, la única diferencia es que ¡ya usan pantalones! También se han multiplicado los tramposos del dinero y los que se vuelven locos. Abunda la delincuencia junto con la borrachera y se oyen por todas partes cumbias polkas y baladas”. Y balazos, agregaría yo.