lunes, 27 de octubre de 2008

Publicación y Nuevo Premio para Frino



El diez de octubre de 1950, un joven campesino llamado Cliserio Reyes se trepó a la cola de un avión DC-3 segundos antes de que éste despegara. Tras unos minutos, el avión tuvo que regresar. De acuerdo con las notas periodísticas de entonces, lo que motivó a Cliserio a viajar de mosca en un DC-3 fueron sus ganas de volar. Sus puras ganas de volar. Y eso ya da una idea de lo tercos que podemos ser los de La Laguna. No en vano le arrancamos flores al desierto.
Pero la historia de Cliserio no acaba allí: por poner en peligro la vida de los pasajeros, el aterrorizado campesino fue arrestado y llevado a los separos de la Prisión Municipal apenas el avión tocó tierra. Las ráfagas de viento que había enfrentado en las alturas le habían arrancado la ropa, y sólo le quedaban unos gogles y una gorra de aviador. Sin embargo, de acuerdo con el capitán Silvio Berrón Marín, la aventura del campesino “causó tal revuelo que, literalmente, llovieron miles de cartas y mensajes pidiendo el perdón para Cliserio Reyes. Fue tal el clamor, que la empresa aérea retiró los cargos y decidió costear todos los estudios hasta hacer realidad los sueños de Cliserio de convertirse en piloto”.
Publicada por el CONACULTA, la obra El vuelo de Cliserio nace de esa anécdota que sirve como punto de partida para esta aventura que involucra a Cliserio, a su novia Atzimba, a Fender, pato perdido en su viaje al norte, y a López, un cacto sabio y viejo que canta canciones de José Alfredo cada vez que puede. Por sus diálogos divertidos e ingeniosos, por su hábil uso de las herramientas del arte dramático y por su inteligente abordaje de problemas como la división de las familias por la migración forzada, la falta de agua y la escasez de recursos para trabajar el campo, El vuelo de Cliserio es mucho más que una anécdota insólita o chusca: es un símbolo de lo que son capaces los habitantes del desierto.
Sobre el autor de esta obra, podemos decir que le apodan Frino, que es músico y sociólogo, que es autor de los discos Rolas, De Vuelta a la Madera y De acordes y caracoles. Cursa la Maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM y coordina el taller de lírica en la Escuela de Música del Rock a la Palabra... y que muy recientemente obtuvo otro Premio de Teatro para Niños, otrogado por el Gobierno de la Ciudad de México, por su pieza Cuando Canta un Alebrije. Enhorabuena.

jueves, 16 de octubre de 2008

Un thriller de la vida real


En la historia del arte hay capítulos llenos de contrastes que revelan al mismo tiempo la fragilidad y la grandeza humanas. Pasajes que en un libro o en la pantalla del cine serían calificadas de inverosímiles y que sin embargo, suceden. Uno de estos capítulos comenzó el 21 de junio de 1941, día en que las tropas de Hitler invadieron territorio soviético. En ese tiempo, el músico soviético Dimitri Shostakovich (1906-1975) vivía cerca de lo que hoy es San Petersburgo y que entonces se llamaba Leningrado. Preocupado por la invasión, Shostakovich solicitó enlistarse en el Ejército Rojo, pero la solicitud fue rechazada debido a su miopía. Entonces decidió componer una sinfonía que captara la atroz esencia del momento. En un mensaje que dirigió a la población a través de la radio en septiembre de ese mismo año, el compositor dijo:
“Queridos amigos. Les hablo desde Leningrado, al tiempo que se lucha encarnizadamente contra el enemigo ante las puertas de la ciudad. (…) Les hablo desde el frente. Ayer por la mañana terminé la partitura del segundo movimiento de mi nueva gran sinfonía. Si consigo llevar a buen término esta obra, si consigo finalizar también el tercero y el cuarto, podré calificarla como mi séptima sinfonía (…) Digo esto para que todo el mundo lo sepa: el peligro que acecha a la ciudad de Leningrado no ha conseguido acallar la vida que en ella late”.
Incomunicada, Leningrado debió soportar un sitio que duró más de novecientos días. El 27 de septiembre, justo cuando terminaba el tercer movimiento de su nueva sinfonía, Shostakovich recibió la orden de abandonar Leningrado. Con muy poco equipaje, salió de Leningrado hacia Moscú acompañado de su mujer y sus hijos. La madre del músico y su hermana mayor se quedaban en la ciudad en condiciones más que difíciles: al año siguiente, Dimitri recibiría una carta en donde su hermana le informaba que las carencias la habían obligado a ella y a su madre a comerse al perro de la familia y también a algunos gatos.
Exactamente tres meses después, el músico terminaba su séptima sinfonía, que lleva por titulo A la ciudad de Leningrado, conocida normalmente como Leningrado. La obra se estrenó en marzo siguiente en la ciudad de Kuibyshev, y ese mismo mes se transmitió por radio desde Moscú para todo el mundo. La obra se convirtió en un símbolo de la resistencia de Leningrado. Como se hacía con los documentos ultrasecretos, la partitura fue reproducida en microfilm. Así se envió por avión de Moscú a Teherán, de allí a El Cairo por tierra, otra vez por avión a Casablanca, donde la recogió un barco de guerra norteamericano que la llevó a Estados Unidos, donde la esperaban Toscanini, Kusewitski, Stokovski, Ormandy. Desde entonces, la Séptima es una de las obras más emblemáticas del siglo XX.
La vida de Shostakovich estuvo llena de misterios, de intrigas, de homenajes deslumbrantes y severas críticas. Sus desgracias se habían precipitado a partir de que Stalin en persona asistió a una función de su ópera Lady Macbeth, el 26 de diciembre de 1935. No importó que esta ópera tuviese más de un año de haber sido estrenada, tampoco que hubiese sido representada cientos de veces. No importó que en su momento los especialistas hubiesen opinado maravillas: a Stalin no le gustó y eso fue suficiente para condenarla.
A los pocos días de que Stalin salió disgustado del teatro en donde se representaba Lady Macbeth, el diario Pravda, que entonces era la publicación oficial del partido comunista, publicó un artículo titulado “Caos en vez de música” en donde se criticaba severamente la ópera de Shostakovich. La represión apenas comenzaba: la obra fue retirada de los repertorios en toda la Unión Soviética. Fue acusado de formalista y de “enemigo del pueblo”. Las desapariciones de estos “enemigos del pueblo” eran cosa de todos los días. Igual que muchos intelectuales de la época, Shostakovich preparó una maleta con sus pertenencias esenciales, y pasaba las noches angustiado a que los órganos de seguridad pasaran por él. Continúa aún el debate acerca de qué tan hondo calaron a partir de entonces las imposiciones del partido comunista en las creaciones del músico ruso. A quienes vislumbran un Shostakovich atormentado que acató con pesar y resignación los dictados estatales, hay quienes contraponen la visión de un genio que sólo asumió en la apariencia las reglas y que en realidad plasmó en su música todo el sufrimiento y la indignación que le provocaban las acciones del partido. Persisten entonces los enigmas en torno de la figura y la obra del maestro ruso. Lo que nadie duda es que su música es uno de los legados del siglo XX que no olvidaremos en mucho tiempo.

martes, 7 de octubre de 2008

A fuerza de palabras

Periodismo, literatura. Ambos tienen el lenguaje como herramienta. En plena Generación Ipod, cuando todo parece alejarse del texto, hay individuos que siguen retratando el mundo a fuerza de palabras, para decirlo con una frase del maestro Vicente Leñero. Hago aquí un muestreo entre quienes han sabido cultivar ambos. No es ni un top ten ni una monografía escolar, sino un catálogo de nombres de distintas épocas y latitudes que está lejos de pretender un trabajo sistemático. Tampoco es, por supuesto, exhaustivo. Faltan muchísimos: Vicente Riva Palacio, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, Carlos Monsiváis, Mario Vargas Llosa, Juan Villoro…


Guillermo Prieto
“En la parte literaria, ofrece una enciclopedia; en la tipográfica, cuanto se ha inventado y descubierto desde los primeros moldes de Antuerpia hasta los más exquisitos primores de Didot; en la de noticias, lo temporal y lo eterno; y en lo mercantil, el oro y el moro”. (De Lecciones a un periodista novel).
Guillermo Prieto nació en la Ciudad de México en 1818. Murió en Tacubaya en 1897. En sus inicios trabajó como periodista y crítico teatral. Novelista, cuentista, poeta, cronista, ensayista y político. Creó periódicos y academias literarias. Sus fuertes críticas contra el dictador Antonio López de Santa Anna le ocasionaron persecuciones. Su apoyo a Juárez le provocó el destierro. Trabajó en “El Monitor Republicano”; creó el periódico satírico “Don Simplicio”. En 1890 el periódico “La República” convocó a un concurso para saber quién era el poeta más popular y Prieto ganó. Entre su obra periodística están varios volúmenes de crónica y la recopilación Lecciones a un periodista novel. En cuanto a la obra literaria destacan títulos como La musa callejera y el Romancero Nacional.

Federico Campbell
“El periodista es un cazador, alguien que establece conexiones: relaciona hechos e ideas, escoge datos con rigor y criterio, comprueba las fuentes, interpreta el acontecimiento y organiza por escrito lo mejor que puede su texto para disfrute del lector. Algo semejante, pero según otras reglas, hace el escritor, que es un agricultor y vive un ritmo mental más lento que el del periodista siempre acelerado por la presión de los hechos y el tiempo”(De Periodismo Escrito).
Federico Campbell nació en Tijuana, en 1941. En 1967 obtuvo la beca de The World Press Institute en Minnesota. En 1969 fue corresponsal en Washington, D.C., de la Agencia Mexicana de Noticias. En 1970 se fue a vivir a España, donde publicó su primer libro de entrevistas, Infame turba (1971), al que seguiría Entrevistas con escritores (1972). Ha colaborado en los principales diarios y revistas nacionales, como La Jornada, Proceso y Milenio. Ha publicado Todo lo de las focas (novela, 1978, edición completa, 1982), Pretexta (novela, 1979), Tijuanenses (cuento, 1989) La memoria de Sciascia (ensayo, 1989), Máscara negra (ensayo, 1994), La invención del poder (ensayo, 1994), Postscriptum triste (ensayo, 1995), Periodismo escrito (ensayo, 1995) y Transpeninsular (novela, 2000). Es considerado el mejor narrador bajacaliforniano de su generación y un intelectual que ha reflexionado extensamente sobre el poder y sus claroscuros, personajes e imposturas.

Ernest Hemingway
“No me cansaré de divulgar que todo cuanto escriba un periodista, todo, debe ser original, verdadero y estar acreditado. Hay prestigiosos ensayistas y famosos periodistas que son auténticos farsantes. Nunca han estado donde se producen los hechos, y se permiten el lujo de escribir crónicas como si las hubiesen vivido. Sólo plagian lo que otros hacen”.
Ernest Hemingway nació en 1899 en Oak Park, Illinois. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1954. Murió en Ketchum, Idaho, el dos de julio de 1961, suicidándose con una escopeta de caza. Hemingway es reconocido no sólo por su obra literaria, sino por su trabajo periodístico. Comenzó escribiendo en periódicos escolares cuando era pequeño. Más tarde fue reportero en el Kansas Star. En 1921 se estableció en París como corresponsal del Toronto Star. Parte de su obra periodística fue publicada en 1967 bajo el título Enviado especial. Entre sus obras literarias más representativas están El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas y París era una fiesta.

Vicente Leñero
“El periodismo me ayudó mucho, me contó muchas historias. Yo las he saqueado de allí y de mis experiencias personales. El periodismo en ese sentido es muy generoso: te hace conocer gente de todos los niveles (…) No me planto como un novelista, me he desperdigado por muchos otros géneros. Tengo una tesis: las historias piden el género”.
(De una entrevista para El Siglo de Torreón)
Vicente Leñero nació en 1933 en Guadalajara. Ha incursionado en diversos géneros literarios (narrativa, ensayo, teatro) y ha trabajado en periodismo en Revista de Revistas y en el semanario Proceso, donde fue subdirector hasta 1996. En su novela Los periodistas (1978) narra los sucesos que desembocaron en el golpe a Excélsior ocurrido en julio de 1976, cuando se expulsó a don Julio Scherer y a otros socios. En solidaridad con él, reporteros y colaboradores también abandonaron el diario. Leñero es autor de Asesinato, novela sin ficción en donde combina técnicas periodísticas y literarias para relatar un crimen y la posterior investigación. Se ha publicado la recopilación de sus crónicas en Talacha periodística. En su obra literaria sobresalen Los albañiles, (1963); El evangelio de Lucas Gavilán (1979), La vida que se va (1999). Entre sus guiones de cine destacan El callejón de los milagros (1994) y El Crimen del Padre Amaro (2002).

Truman Capote
“Soy un apasionado de los periódicos. Leo todos los diarios de Nueva York todos los días y además las ediciones dominicales y las revistas extranjeras. Las que no compro las leo de pie en los puestos de revistas”.(De la entrevista con Pati Hili para The Paris Review).
Truman Capote (Truman Streckfus Persons) nació en Nueva Orleans, Louisiana, en 1925. Fue “office boy” en la redacción de The New Yorker. A los 23 años publicó su primera novela, Otras voces, otros ámbitos (1948). Su novela más famosa es A sangre fría (1966), novela sin ficción que relata el asesinato de los cuatro miembros de una familia de Garden City, Kansas. Otras de sus obras son: Un árbol de noche y otros cuentos (1949), El arpa de hierba (1951), y Desayuno en Tiffany's (1958). Su obra fue aclamada por la crítica por su virtuosismo técnico y la agudeza de sus observaciones. Murió el 25 de agosto de 1984 en Los Ángeles.

Gabriel García Márquez
“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural (…) La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo, como nosotros mismos lo llamábamos”. (Ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa SIP, octubre de 1996).
Gabriel García Márquez nació en Aracataca, Colombia, en 1928. Ganó el Premio Nobel de literatura en 1982. Cuando era muy joven, su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Ha escrito reportajes extensos como Historia de un náufrago (que se publicó por entregas), Miguel Littin, clandestino en Chile (1986) y Noticia de un secuestro (1996). Entre su obra narrativa destacan novelas como Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975). Publicó parte de sus memorias bajo el título Vivir para contarla (2002). Su obra periodística se ha publicado en las recopilaciones: Textos costeños, Entre cachacos, Europa y América, Notas de prensa, Por la libre. Es además el impulsor de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano.



Tomás Eloy Martínez
“Perdemos la vida buscando cosas que ya hemos encontrado (…) Los editores de periódicos llegan a sus oficinas preguntándose cómo van a contar la historia que sus lectores han visto y oído decenas de veces en la televisión o en la radio, ese mismo día. ¿Con qué palabras narrar, por ejemplo, la desesperación de una madre a la que todos han visto llorar en vivo delante de las cámaras? (…) Ese duelo entre la inteligencia y los sentidos ha sido resuelto desde hace varios siglos por las novelas, que todavía están vendiendo millones de ejemplares a pesar de que los teóricos decretaron, hace dos o tres décadas, que la novela había muerto para siempre”. (Conferencia pronunciada ante la asamblea de la SIP el 26 de octubre de 1997, en Guadalajara, México).
Tomás Eloy Martínez nació en Tucumán, Argentina, en 1934. Ha publicado, entre otras, las novelas La mano del amo y El cantor de Tango; el volumen de relatos Lugar común la muerte. En títulos como Santa Evita y La novela de Perón, conjuga técnicas periodísticas y narrativas para producir un efecto de incertidumbre al mezclar ficción y realidad. Un proceso parecido utiliza en El vuelo de la Reina (2002), donde personajes imaginarios interactúan con personalidades de la política mundial. Es columnista en La Nación de Buenos Aires, El País de Madrid y The New York Times. Dirige la colección Nuevo Periodismo, que reúne los mejores textos de toda América Latina.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Dialéctica de la pasión


Celulares, Beethoven, insomnios, una ventana y mucha entraña humana forman Dialéctica de la pasión, volumen de poesía de Saúl Rosales publicado por la Universidad Autónoma de Coahuila dentro de la colección Siglo XXI Escritores Coahuilenses.
Nacido en Torreón en 1940, el Maestro Rosales es miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Es autor de los libros de cuentos Autorretrato con Rulfo y Memoria del Plomo, de la novela Iniciación en el relámpago (que ya ha sido comentada en este blog) y de los volúmenes de poesía Floración del sueño y Esquilas Domésticas, así como de la obra de teatro Laguna de luz. Es director de la revista de literatura Estepa del Nazas. En 1998 se le concedió el reconocimiento como Creador Emérito de Coahuila, y en dos ocasiones se le ha nombrado ciudadano distinguido de Torreón.
Como apunta Jaime Muñoz Vargas en la cuarta de forros, “la madurez, la hondura, la agudeza crítica y el dolor bien asumido imprimen a Dialéctica de la pasión un valor que trasciende lo meramente estético y se desborda hacia lo humano, de suerte que es un libro completo”. Así, la división de este poemario en segmentos subtitulados al estilo de las obras musicales no es arbitraria: si el arte de los sonidos y los silencios se arma a partir de variaciones, contrastes y repeticiones, el maestro Rosales nos muestra que en la poesía también son posibles el allegro y el adagio. Más todavía: al leer este poemario que se nutre de lo cotidiano, no es extraño caer en la conciencia de que, sin los altibajos de lo que amamos y de lo que no nos ama, la vida tendría un tono uniforme, gris tedioso.
Para quienes leen este blog en La Laguna, Dialéctica de la pasión y otros títulos de la serie Siglo XXI Escritores Coahuilenses se encuentran en Torreón en la librería del Teatro Isauro Martínez. Además, todos los sábados al mediodía Rosales Carrillo dirige en ese teatro un taller literario de primera, a donde puede asistir cualquiera que desee acercarse a los misterios de la literatura.