El diez de octubre de 1950, un joven campesino llamado Cliserio Reyes se trepó a la cola de un avión DC-3 segundos antes de que éste despegara. Tras unos minutos, el avión tuvo que regresar. De acuerdo con las notas periodísticas de entonces, lo que motivó a Cliserio a viajar de mosca en un DC-3 fueron sus ganas de volar. Sus puras ganas de volar. Y eso ya da una idea de lo tercos que podemos ser los de La Laguna. No en vano le arrancamos flores al desierto.
Pero la historia de Cliserio no acaba allí: por poner en peligro la vida de los pasajeros, el aterrorizado campesino fue arrestado y llevado a los separos de la Prisión Municipal apenas el avión tocó tierra. Las ráfagas de viento que había enfrentado en las alturas le habían arrancado la ropa, y sólo le quedaban unos gogles y una gorra de aviador. Sin embargo, de acuerdo con el capitán Silvio Berrón Marín, la aventura del campesino “causó tal revuelo que, literalmente, llovieron miles de cartas y mensajes pidiendo el perdón para Cliserio Reyes. Fue tal el clamor, que la empresa aérea retiró los cargos y decidió costear todos los estudios hasta hacer realidad los sueños de Cliserio de convertirse en piloto”.
Pero la historia de Cliserio no acaba allí: por poner en peligro la vida de los pasajeros, el aterrorizado campesino fue arrestado y llevado a los separos de la Prisión Municipal apenas el avión tocó tierra. Las ráfagas de viento que había enfrentado en las alturas le habían arrancado la ropa, y sólo le quedaban unos gogles y una gorra de aviador. Sin embargo, de acuerdo con el capitán Silvio Berrón Marín, la aventura del campesino “causó tal revuelo que, literalmente, llovieron miles de cartas y mensajes pidiendo el perdón para Cliserio Reyes. Fue tal el clamor, que la empresa aérea retiró los cargos y decidió costear todos los estudios hasta hacer realidad los sueños de Cliserio de convertirse en piloto”.
Publicada por el CONACULTA, la obra El vuelo de Cliserio nace de esa anécdota que sirve como punto de partida para esta aventura que involucra a Cliserio, a su novia Atzimba, a Fender, pato perdido en su viaje al norte, y a López, un cacto sabio y viejo que canta canciones de José Alfredo cada vez que puede. Por sus diálogos divertidos e ingeniosos, por su hábil uso de las herramientas del arte dramático y por su inteligente abordaje de problemas como la división de las familias por la migración forzada, la falta de agua y la escasez de recursos para trabajar el campo, El vuelo de Cliserio es mucho más que una anécdota insólita o chusca: es un símbolo de lo que son capaces los habitantes del desierto.
Sobre el autor de esta obra, podemos decir que le apodan Frino, que es músico y sociólogo, que es autor de los discos Rolas, De Vuelta a la Madera y De acordes y caracoles. Cursa la Maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM y coordina el taller de lírica en la Escuela de Música del Rock a la Palabra... y que muy recientemente obtuvo otro Premio de Teatro para Niños, otrogado por el Gobierno de la Ciudad de México, por su pieza Cuando Canta un Alebrije. Enhorabuena.
1 comentario:
Vicente,me parece muy padre que tu hermano haya tomado esta leyenda de la aviación (porque es toda una leyenda urbana real)y la adaptara a su obra de teatro.
Leo casualmente a Frino a traves de Siglo Nuevo,y me parece que escribe muy bien tambien;escribe algo asi como...muy cool, muy desembarazado, como si estuviese platicando contigo en algun bar y en persona.
Felicidades a Frino por sus obras triunfadoras, sobre todo por El Vuelo de Cliserio.
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