jueves, 22 de mayo de 2008

Diabulus in musica: Espido Freire

Laura Espido Freire



Dice la sabiduría popular que el diablo se esconde en los detalles. Así lo creían ya los músicos antiguos: al armonizar sus trabajos evitaban combinar ciertas notas, pues estaban convencidos de que un pequeño descuido podían abrirle la puerta al demonio. Para figuras como Guido d´ Arezzo o Claudio Monteverdi, incluir una cuarta aumentada era un terrible error que debía ser evitado por todos los medios. Aún hoy, en muchas facultades de música de todo el mundo, los estudiantes de armonía que incluyen cuartas aumentadas son reprendidos por sus maestros, pues ese intervalo es un amargo recordatorio de que somos mortales e imperfectos. Vista así, la música es un juego de vida o muerte en donde la perfección consiste en torear al maligno, en bailar con las sombras, en saber qué tan cerca se puede estar del fuego sin quemarse. Este hechizo, por supuesto, no es característica exclusiva del arte de las corcheas y los silencios. Se encuentra también en algunos óleos y grabados, en ciertas danzas, en la mejor literatura. Muestra de ello es la novela Diabulus in musica, de la novelista española Espido Freire.
No es frecuente encontrar autores que combinen música y literatura con tanta naturalidad como lo hace Laura Espido Freire. Nacida en Bilbao en 1974, estudió música y canto desde su infancia hasta los dieciocho años. Debido a esta circunstancia hizo varias giras con la compañía de ópera de José Carreras. Después, su vocación por las letras la condujo a estudiar Filología Inglesa en la Universidad de Deusto. En 1998 publicó su primera novela, Irlanda. Un año más tarde y con otra novela, Melocotones helados, obtuvo el premio Planeta. Otros de sus títulos son el volumen de ensayos Primer amor y la novela policial La diosa del pubis azul. En México, la mayoría de estos títulos -incluida Diabulus in musica- han sido distribuidos recientemente en formato de bolsillo bajo el sello Booket.
No es fácil explicar por qué los antiguos músicos vivían tan convencidos de evitar las cuartas aumentadas. Sin embargo, a inicios del siglo XXI aún creemos que hay actos cotidianos tras los que se agazapan peligros que preferiríamos no enfrentar. Pequeñísimos detalles capaces de romper el balance y colapsar todo en una disonancia olorosa a azufre. La mujer que protagoniza Diabulus in musica también intuye que su vida se sostiene de hilos frágiles. A pesar de eso hurga donde sabe que hay riesgo. Después de una infancia de imposiciones y de una adolescencia marcada por el suicidio de Mikel, su primer amor, decide alejarse de su tierra y de su familia. Es quizá la única forma de exorcizar sus fantasmas. Entonces conoce a Christopher Random, un actor quince años mayor que ella, y cae en el espejismo de ver en él al ex novio suicida. No es una comparación gratuita: Random es un actor que ha estado de moda en otros tiempos, y el suicida Mikel procuraba parecerse a una de las caracterizaciones de este actor.
Sin pecar de erudición innecesaria, Espido Freire aporta las informaciones necesarias para apoyar la historia que nos cuenta. Aun cuando es difícil explicar en qué consiste el diabulus in música a quienes no tienen nociones de armonía, ella lo logra con términos muy sencillos: “Lo único que me había quedado claro y se enganchaba a mi mente como una rémora desde el primer día era que había que evitar las cuartas aumentadas. Que al componer había que desconfiar de la nota Si, la séptima nota, porque, a poco que nos descuidáramos podíamos romper el orden: podía aparecer el diabulus in musica”. Del mismo modo habla de otras artes, de las distintas versiones pictóricas de San Jorge y el dragón, de El caballero de Olmedo y otras piezas literarias del Siglo de Oro. Aborda también los conflictos de identidad que deben resolver quienes optan por el difícil camino de las artes escénicas: cantantes de ópera, actores de cine y de teatro, bailarines. Quienes actúan también se enfrentan, a su modo, con los demonios internos.
Sin sabor de moraleja, sin hacer homilías, Espido Freire nos deja la idea de que aún hoy el diablo sigue habitando en la música. Como otras formas de sacerdocio, el arte de las corcheas y los silencios es un ritual que no cualquiera puede oficiar: el joven Mikel toma la decisión de suicidarse cuando su familia es incapaz de asimilar que quiere convertirse en un violonchelista profesional. La convivencia forzada con la música también puede ser un asunto sombrío: no es casual que protagonista de Diabulus in musica viva sumergida en conflictos a partir de que la obligan a estudiar canto (“Las clases tallaban, pulían, terminaban cepillando. Dolían”, dice la narradora al recordar sus lecciones de vocalización.) Una serie de giras prematuras con una compañía de ópera terminan de formarle el carácter y la convencen de que cantar es un ritual peligroso que quizá ella sea incapaz de manejar. Es mejor alejarse. En la página 74, la voz narrativa dice:

“Se canta como se sangra. No existen más trucos: sin sangre, sin alma, el mejor oído, la disciplina más feroz, la técnica más depurada, se estrellan, como las notas, contra el vacío. Quien canta se enfrenta a una enfermedad terminal, a una hemofilia. Es, por tanto, una enfermedad sagrada, una enfermedad de reyes, como la locura; se venera a quien es capaz de sacrificarse en aras de la belleza, del servicio a los demás, del arte. Una hermosa voz recibe las mismas ofrendas que se le brindaban a los dioses: fuego, alimentos, oro, fama. En ocasiones, vidas humanas”.

En otros niveles, Diabulus in musica revela una estructura muy bien pensada. Si al final la historia se precipita, si por momentos se tiene la impresión de que han quedado algunos asuntos no muy claros, jamás parece que la autora esté manipulando a sus personajes para llevarlos hacia rumbos que les son ajenos. Mucho menos utilizando el viejo recurso deus ex machina: los fantasmas que habitan este libro justifican plenamente su presencia.
Espido Freire aprovecha su conocimiento natural de la psicología femenina: todo lo que nos narra su personaje nos llega pasado a través de ese filtro. El uso de la primera persona para contar la historia aparece aquí tan natural, que quizá buena parte de los lectores ni siquiera se den cuenta de que jamás sabemos como se llama la protagonista de esta historia. Las motivaciones masculinas, en cambio, quedan siempre como resortes ocultos, zonas oscuras sobre las que podemos sólo armar suposiciones.
Con prosa ágil, con una linealidad quebrada por paréntesis cuya función es aclarar hechos pasados o consignar reflexiones, Diabulus in musica es una novela que se lee en dos días. Aquí conviene hacer una advertencia: ágil no quiere decir ligero. Tal como los viejos maestros del contrapunto sabían que un mínimo error podía ser suficiente para condenarlos, da la impresión de que al escribir esta novela de doscientas veinte páginas Espido Freire se jugó el alma en cada teclazo. Las atmósferas sombrías, opresivas, sumadas a los recursos del thriller y a un sólido conocimiento de las artes hacen de Diabulus in música un recital silencioso que merece un nutrido aplauso.

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