En la epístola a los pisones, conocida también como Arte Poética, Horacio hace una serie de recomendaciones a los jóvenes autores. En algún momento escribe que “es necesario regresar al yunque el verso mal forjado”. Compara así el oficio de las letras con el arte de trabajar el hierro. Una comparación que podemos aplicar a la joven autora que hoy nos ocupa y que en su apellido lleva la vocación: Marina Herrera.
Lo digo no porque la conozca, pues no tengo el gusto, sino porque hace unas semanas cayó en mis manos El Cuerpo Incorrupto, su primer libro. De inmediato se advierte que sus cuartillas han sido forjadas con paciencia, utilizando las herramientas del oficio, golpeando aquí, puliendo allá, torneando más allá. Es de celebrarse que Marina publique sus cuentos en la colección La Fragua, pues como sabemos una fragua es un fogón que se utiliza para forjar metales.
Hay que señalar también la impecable labor de edición que nos entrega el Icocult: con un esqueleto en primer plano, filtrado por una pantalla rojo sangre, ya la portada nos anticipa algo de lo que encontraremos en las líneas de esta hábil escritora.
Marina Herrera, de acuerdo con la ficha incluida en la solapa del volumen, nació en Saltillo en 1977 y es Licenciada en Lengua y Literatura Españolas. Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en 2004-2005 y tiene menciones honoríficas en distintos premios, entre ellos el Criaturas de la Noche y el Nacional de Cuento ¿El Crimen como una de las Bellas Artes?
Usaré algunos puntos de la epístola de Horacio como carta de navegación para diseccionar El Cuerpo Incorrupto. Entre los consejos que lanza como botella al tiempo tenemos primero que debe procurarse la unidad de conjunto en toda la obra. Como muchos años después lo aconsejara Edgar Allan Poe, en los cuentos de Marina se advierte una firme intención de emboscar a sus lectores y sorprenderlos con un final inesperado, aplastante. La mayoría de las veces lo logra con pericia, pues todas las fuerzas de su pluma apuntan hacia el mismo sitio. Y si bien hay un par de cuentos en los que se advierten resabios de ingenuidad juvenil (Dios ya no es Noticia y Las Mujeres Araña), la mayoría transpiran madurez estilística y buen oficio.
Sumado a esta primera unidad está la cercanía de las atmósferas y temas tratados en los trece cuentos: exploraciones del cuerpo y sus posibilidades, estos trece cuentos son variaciones del instante definitivo que es frontera entre la vida y la muerte. Escritos en su mayoría en un registro oscuro, propicio para tratar las situaciones narradas, algunos hacen gala de un realismo descarnado y otros son ejercicios de literatura maravillosa, entendiendo lo maravilloso como un estado en donde imperan leyes distintas a las que nos rigen en la realidad real.
Pero los cuentos de Marina también hurgan en busca de la partícula de ternura que oculta el asesino, en la santidad que muy a su modo ejercen las matronas, en la devoción que puede ligar a dos extraños que, como ocurre en "A Tientas el Amor", se ignoran cuando se encuentran a plena luz del día mientras que a oscuras son viejos conocidos. Cuentos que se apoyan en lo sobrenatural para acentuar lo que nos hace humanos: el temor al rechazo, la debilidad, la incertidumbre.
La segunda de las recomendaciones que Horacio lanza es tratar el lenguaje con cuidado, buscar las palabras adecuadas al estado de ánimo y a la situación que se evoca en cada texto. Marina lo hace: su prosa es rica, expresiva, bien trabajada. Reproduzco unas líneas de "Eucaristía", que con "La Trenza", "Invocación" y "El Gordo", es una de las mejores piezas que han salido de la fragua de Marina:
“La muerte recogió a Otilia al momento en que mi líquido se vació, anegando su vulva. Su corazón de vaca se detuvo. Me regocijé con su partida a las alturas, beata, canonizada y santa en un solo acto: la presentación de su sangre a Dios, consumada y consumida en mi persona”.
El Cuerpo Incorrupto es un magnífico libro que merece leerse y releerse con atención. Esperemos nuevas entregas de esta narradora implacable y orgullosamente coahuilense.
Lo digo no porque la conozca, pues no tengo el gusto, sino porque hace unas semanas cayó en mis manos El Cuerpo Incorrupto, su primer libro. De inmediato se advierte que sus cuartillas han sido forjadas con paciencia, utilizando las herramientas del oficio, golpeando aquí, puliendo allá, torneando más allá. Es de celebrarse que Marina publique sus cuentos en la colección La Fragua, pues como sabemos una fragua es un fogón que se utiliza para forjar metales.
Hay que señalar también la impecable labor de edición que nos entrega el Icocult: con un esqueleto en primer plano, filtrado por una pantalla rojo sangre, ya la portada nos anticipa algo de lo que encontraremos en las líneas de esta hábil escritora.
Marina Herrera, de acuerdo con la ficha incluida en la solapa del volumen, nació en Saltillo en 1977 y es Licenciada en Lengua y Literatura Españolas. Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en 2004-2005 y tiene menciones honoríficas en distintos premios, entre ellos el Criaturas de la Noche y el Nacional de Cuento ¿El Crimen como una de las Bellas Artes?
Usaré algunos puntos de la epístola de Horacio como carta de navegación para diseccionar El Cuerpo Incorrupto. Entre los consejos que lanza como botella al tiempo tenemos primero que debe procurarse la unidad de conjunto en toda la obra. Como muchos años después lo aconsejara Edgar Allan Poe, en los cuentos de Marina se advierte una firme intención de emboscar a sus lectores y sorprenderlos con un final inesperado, aplastante. La mayoría de las veces lo logra con pericia, pues todas las fuerzas de su pluma apuntan hacia el mismo sitio. Y si bien hay un par de cuentos en los que se advierten resabios de ingenuidad juvenil (Dios ya no es Noticia y Las Mujeres Araña), la mayoría transpiran madurez estilística y buen oficio.
Sumado a esta primera unidad está la cercanía de las atmósferas y temas tratados en los trece cuentos: exploraciones del cuerpo y sus posibilidades, estos trece cuentos son variaciones del instante definitivo que es frontera entre la vida y la muerte. Escritos en su mayoría en un registro oscuro, propicio para tratar las situaciones narradas, algunos hacen gala de un realismo descarnado y otros son ejercicios de literatura maravillosa, entendiendo lo maravilloso como un estado en donde imperan leyes distintas a las que nos rigen en la realidad real.
Pero los cuentos de Marina también hurgan en busca de la partícula de ternura que oculta el asesino, en la santidad que muy a su modo ejercen las matronas, en la devoción que puede ligar a dos extraños que, como ocurre en "A Tientas el Amor", se ignoran cuando se encuentran a plena luz del día mientras que a oscuras son viejos conocidos. Cuentos que se apoyan en lo sobrenatural para acentuar lo que nos hace humanos: el temor al rechazo, la debilidad, la incertidumbre.
La segunda de las recomendaciones que Horacio lanza es tratar el lenguaje con cuidado, buscar las palabras adecuadas al estado de ánimo y a la situación que se evoca en cada texto. Marina lo hace: su prosa es rica, expresiva, bien trabajada. Reproduzco unas líneas de "Eucaristía", que con "La Trenza", "Invocación" y "El Gordo", es una de las mejores piezas que han salido de la fragua de Marina:
“La muerte recogió a Otilia al momento en que mi líquido se vació, anegando su vulva. Su corazón de vaca se detuvo. Me regocijé con su partida a las alturas, beata, canonizada y santa en un solo acto: la presentación de su sangre a Dios, consumada y consumida en mi persona”.
El Cuerpo Incorrupto es un magnífico libro que merece leerse y releerse con atención. Esperemos nuevas entregas de esta narradora implacable y orgullosamente coahuilense.
2 comentarios:
Vicente, ¿Cómo puedo ponerme en contacto con Marina Herrera?
Vicente, ¿Cómo puedo ponerme en contacto con Marina Herrera?
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