martes, 25 de noviembre de 2008

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.


Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.











Francisco de Quevedo y Villegas

1 comentario:

El Rulfiano dijo...

Vicente, está muy padre este poema que subiste a tu blog, obra de Quevedo y Villegas.

Aun no entiendo como alguien que en su vida no ha leído verdadera poesía se crea poeta, un triste poeta, producto de la simple y espontanea ocurrencia.

Ojalá y puedan aprender algo de estos grandes maetros de la literatura, sobre todo, ojalá y aprendan algo de humildad.