Hace unas semanas fui con mi buen amigo, el poeta Mijail Lamas, a participar en una mesa de literatura en Cuévano, ciudad que algunos conocen todavía como Guanajuato. Después, en un café, nos encontramos con que se podían ordenar, con los postres, algunas morras (¿?) De no ser porque la propia carta especificaba que son muy salvajes, quizá me hubiese atrevido...
En fin, pronto regresaré a aquellas tierras. Ya me estoy preparando para ello: del cronista de Cuévano, Jorge Ibargüengoitia, estoy leyendo Sálvese quien pueda.
1 comentario:
Sí que son salvajes mi querido Vicente. Acá, acá ya te esperamos. la novela se lee, no sólo en Cuévano, también en Fresópoli.
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