Sugerencia con miras a la final de futbol: hoy por la tarde prepare su bandera, cómprese una camiseta verdiblanca y consiga un ejemplar de Masa y Poder, del pensador búlgaro Elías Canetti. Trate de dormir bien, y por más tentación que sienta, no abra aún el libro de Canetti. Ya llegará el momento indicado. Mañana arribe temprano al Estadio Corona y tómese una, dos, tres cervezas. Las que aguante sin ponerse necio. En varios puntos del graderío oirá tambores, cornetas, silbatos: comenzará a sentir un hormigueo interior, una fuerza que pocas veces ha sentido antes. Admire a las porristas. Lance un gruñido cuando los jugadores del Cruz Azul salten a la cancha. En cuanto los del conjunto lagunero pisen el césped tome –ahora sí– su libro de Canetti y ábralo en la página 73. Lea: “El fenómeno más importante que se produce en el interior de la masa es la descarga. Antes de ella, la masa no existe propiamente: sólo la descarga la constituye de verdad. Es el instante en que todos los que forman parte de ella se deshacen de sus diferencias y se sienten iguales”.
El sonido local anunciará las alineaciones. Pero usted ya las conoce, así que mientras los jugadores pelotean, calientan e intentan concentrarse, usted puede seguir leyendo: “Entre estas diferencias interesan sobre todo las impuestas desde fuera: diferencias de rango, posición social y propiedad. En tanto que individuos, los hombres son siempre conscientes de estas diferencias, que gravitan pesadamente sobre ellos y ejercen una gran presión para mantenerlos separados.
Únicamente en forma conjunta pueden liberarse los hombres del lastre de sus distancias. Y eso es justamente lo que ocurre en la masa. En la descarga se despojan de las separaciones y todos se sienten iguales. En medio de esa densidad en la que apenas queda espacio libre entre los cuerpos, que se estrechan entre sí, cada cual se encuentra tan próximo al otro como a sí mismo, lo cual produce un inmenso alivio. Y es por ese instante de felicidad en el que ninguno es más ni mejor que el otro como los hombres se convierten en masa”.
Despegue su mirada del libro y observe cómo el árbitro señala el comienzo del partido; escuche el rugido que se apodera del estadio. Los Muchachos de Zapopan llenarán la tribuna con sus porras, y es probable que le pidan que se sume al griterío por el bien del equipo. Puede usted responderles tranquilo: “los gritos aprendidos y repetidos a intervalos regulares aún no son señal de que la masa haya alcanzado vida propia. Sin duda han de conducir a ello, pero pueden ser exteriores, como los ejercicios tácticos de una división del ejército”.
Un rugido verde volará el estadio cuando Matías Vuoso o Cristian Benítez marquen el primer gol. Quizá le extrañe que usted, acostumbrado al silencio y a la mesura, de pronto se encuentre ahora sí gritando. Es probable que algunos fanáticos del Cruz Azul estén a su lado y que alguno de ellos se vuelva a verlo con cara de maestro de civismo. Sea paciente. En vez de fruncir el ceño o lanzarle el clásico “pos qué o qué”, abra una vez más su ejemplar de Masa y Poder y léale el tercer párrafo de la página 96: “El clamor repentino, tal como solía estallar en las ejecuciones públicas, cuando la cabeza del malhechor era sostenida en alto por el verdugo, o el alarido que se deja oir en los eventos deportivos, son la voz de la masa. Su espontaneidad es de la máxima importancia”.
Sin embargo, debe ir prevenido al encuentro. Puede que también algunos aficionados al Cruz Azul lleven libros de Canetti y le respondan, un tanto dolidos, con el párrafo de la página 97: “no puede saberse de antemano si alguien meterá un gol ni cuándo ni desde cuál de los bandos (…) El derrotado, además, tiene la oportunidad de desquitarse y no todo habrá terminado para siempre”. O “El momento de la descarga, tan feliz y anhelado, lleva en sí su propio peligro. Adolece de una ilusión fundamental: esos hombres que de pronto se sienten iguales, resulta que no lo son en realidad ni para siempre”.
4 comentarios:
El domingo como a las ocho de la noche nos dimos una vuelta por la plaza de Goméz mi esposa y yo. No me gustó el ambiente. La policía tenía un operativo que impedía el tráfico vehicular por la Av. Hidalgo esquina con Independencia. Encontré algunos conocidos y nos comentaron que apenas unos momentos antes se dio un enfrentamiento entre la policía y unos vándalos. La cosa fue controlada rápidamente.
Lo pongo como un ejemplo de lo que se repitió en pequeñas escaramuzas por estos días en diferentes lugares.
Los mismos políticos que públicamente se subieron al Santos, tras bambalinas ordenaron un estado de máxima alerta. No es choro. Ellos son los primeros en saber lo cañón que es tener a tanta masa suelta en las calles. Pero ya les pasó el susto...
Feliz campeonato para todos los santistas. Un saludo Vicente.
Uy sí, los santos son campeones... me no me dirás que no sufrieron con ese 2-0 del Monterrey... pinche Monterrey, siempre con la oportunidad de hacer gloria y siempre regándola. en fin. Saludos, Vicente y felicidades por el campeanate (dicho al estilo perro bermudez)
Muy interesante instrucciones, pero yo agregaría algunas cuantas para poder sobrevivir al sol de estadio corona, jeje. Excelente tu artículo de "Los periodistas" de leñero de este sábado pasado. Nos vemos pronto, bye
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