La semana pasada la organización Reporteros sin Fronteras (RSF) denunció que México y Sri Lanka son los países más afectados por las desapariciones de periodistas desde el año 2000. Por mera coincidencia, el mismo día se cumplieron 30 años de la aparición de Pretexta, novela de Federico Campbell que reflexiona acerca de los terrenos que comparten la historia, el periodismo y la literatura.
La novela es protagonizada por Bruno Uribe, un joven aspirante a escritor. Bruno sobrevive haciendo crónicas de lucha libre a pesar de que nunca ha asistido a alguna, y no le importa robar o inventar el material que publica en periódicos dudosos: inventa entrevistas con políticos, con actrices, con luchadores. De allí que él se llame a sí “el cronista enmascarado”.
Con un lenguaje crudo, eficaz, Federico Campbell nos cuenta cómo Bruno es contratado para hacer un libelo en contra de un viejo maestro universitario, Álvaro Ocaranza, para neutralizarlo como miembro de la oposición política. La materia que Ocaranza imparte es Historia del Teatro.
Amparado por el anonimato, da rienda suelta a sus demonios para construirle un aberrante pasado a su maestro. Se trata de pisotear su dignidad y por lo tanto su credibilidad. Así, su máquina de escribir se convierte en un arma. En esta ocasión el orden de los factores sí altera el producto: si Álvaro Ocaranza se dedica a la Historia del Teatro, Bruno se dedica al Teatro de la Historia.
Campbell narra cómo el viejo maestro Ocaranza, que en algún momento también ejerce el periodismo, es “levantado” para intimidarlo y para fabricarle pruebas que lo incriminen en hechos vergonzantes. De este modo los periodistas son, en esta magistral novela, víctimas y verdugos al mismo tiempo.
Asombra la actualidad que Pretexta acusa. Hoy, que a cada paso de la vida nacional nos enfrentamos a hechos crudos que resultan difíciles de interpretar, esta novela es, para decirlo con una definición de Mario Vargas Llosa, “una mentira que encubre profundas verdades”.
Pretexta es una novela que se caracteriza porque muy pocas veces se solucionan los misterios. Las historias del México actual que Campbell consigna en este libro están llenas de vacíos e interrogantes porque en la vida real no existen certezas completas, perfectas.
Seguimos preguntándonos quién ordenó las muertes de Luis Donaldo Colosio, de Francisco Ruiz Massieu, del cardenal Posadas Ocampo. Seguimos esperando que se proceda contra los autores intelectuales de los asesinatos de periodistas como Héctor “el Gato” Félix, codirector del semanario Zeta, acribillado en Tijuana la mañana del 20 de abril de 1988. O Manuel Buendía, ejecutado en la avenida Insurgentes de la capital durante la noche del 30 de mayo de 1984.Así, con asombro llego a una de las muchas preguntas que brotan de la lectura de Pretexta: ¿Cuántas veces, en los últimos treinta años, las atrocidades que leemos aquí como ficción han ocurrido realmente?
La novela es protagonizada por Bruno Uribe, un joven aspirante a escritor. Bruno sobrevive haciendo crónicas de lucha libre a pesar de que nunca ha asistido a alguna, y no le importa robar o inventar el material que publica en periódicos dudosos: inventa entrevistas con políticos, con actrices, con luchadores. De allí que él se llame a sí “el cronista enmascarado”.
Con un lenguaje crudo, eficaz, Federico Campbell nos cuenta cómo Bruno es contratado para hacer un libelo en contra de un viejo maestro universitario, Álvaro Ocaranza, para neutralizarlo como miembro de la oposición política. La materia que Ocaranza imparte es Historia del Teatro.
Amparado por el anonimato, da rienda suelta a sus demonios para construirle un aberrante pasado a su maestro. Se trata de pisotear su dignidad y por lo tanto su credibilidad. Así, su máquina de escribir se convierte en un arma. En esta ocasión el orden de los factores sí altera el producto: si Álvaro Ocaranza se dedica a la Historia del Teatro, Bruno se dedica al Teatro de la Historia.
Campbell narra cómo el viejo maestro Ocaranza, que en algún momento también ejerce el periodismo, es “levantado” para intimidarlo y para fabricarle pruebas que lo incriminen en hechos vergonzantes. De este modo los periodistas son, en esta magistral novela, víctimas y verdugos al mismo tiempo.
Asombra la actualidad que Pretexta acusa. Hoy, que a cada paso de la vida nacional nos enfrentamos a hechos crudos que resultan difíciles de interpretar, esta novela es, para decirlo con una definición de Mario Vargas Llosa, “una mentira que encubre profundas verdades”.
Pretexta es una novela que se caracteriza porque muy pocas veces se solucionan los misterios. Las historias del México actual que Campbell consigna en este libro están llenas de vacíos e interrogantes porque en la vida real no existen certezas completas, perfectas.
Seguimos preguntándonos quién ordenó las muertes de Luis Donaldo Colosio, de Francisco Ruiz Massieu, del cardenal Posadas Ocampo. Seguimos esperando que se proceda contra los autores intelectuales de los asesinatos de periodistas como Héctor “el Gato” Félix, codirector del semanario Zeta, acribillado en Tijuana la mañana del 20 de abril de 1988. O Manuel Buendía, ejecutado en la avenida Insurgentes de la capital durante la noche del 30 de mayo de 1984.Así, con asombro llego a una de las muchas preguntas que brotan de la lectura de Pretexta: ¿Cuántas veces, en los últimos treinta años, las atrocidades que leemos aquí como ficción han ocurrido realmente?
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