¿Sabe quién fue Rod Temperton? ¿Sabe quién fue Quincey Jones? ¿Y sabe quién fue Michael Jackson? Los tres son nombres claves para la industria discográfica norteamericana (y mundial) en 1982 con “Thriller” un álbum del que se ha hablado mucho desde entonces, pero sobre todo en los últimos días.
A raíz de la muerte de Michael Jackson, los medios de comunicación han resucitado el video de esta canción, quizá el primero que se arriesgó a una duración que en términos de mercado se considera larga.
En el video, Jackson encarna a dos figuras heredadas del imaginario romántico que subsisten dentro de la mitología taquillera de las películas de horror: el hombre-bestia y el muerto-vivo. En 1982 yo tenía cinco años, y recuerdo haber visto, entre el susto y la excitación, el video del cantante que hacía bailar a los jóvenes.
Resulta paradójico que en los ultimos días, el intérprete de canciones como “Billie Jean” “Keep the Faith” o “Smooth Criminal” haya vuelto a representar –lo más seguro es que contra su voluntad– el papel de muerto viviente que le valió tener bajo el brazo el disco más vendido de la historia.
Criticado por muchos, acusado de delitos como fraude y pederastia, admirado también por muchos y conocido prácticamente por todos, Michael Jackson ha sido un muerto viviente debido al mismo mal que le aquejó durante buena parte de su vida: el asedio mediático.
¿Hasta qué punto somos, como sociedad, responsables del personaje tan lleno de claroscuros (y lo digo sin ironías) que Jackson llegó a ser? ¿No eran sus arranques parte de un sistema de adicciones que alimentaban los mismos medios de comunicación, siempre hambrientos de escándalos y notas?
Lo mejor que hizo Michael en vida fue lo que lo llevó a la fama: era un excelente intérprete y un bailarín preciso, y no hay que rascar mucho para ver que le apasionaba su trabajo. Pero la excesiva notoriedad se convirtió también en un estigma. Una suerte de maldición.
Sería interesante hacer un ejercicio y pensar qué encontrarían los medios de comunicación en cada uno de nosotros si de pronto fuésemos blanco de los flashes y las grabadoras por uno solo de los aspectos de nuestra vida. Nuestros defectos, nuestros vicios secretos, nuestros conflictos heredados de la infancia serían el tema de conversación de miles de millones a quienes no conocemos, a quienes sólo debería importarles lo mejor que tenemos que ofrecer de nosotros mismos. Pero como aquellos zombies hambrientos de carne, los medios suelen buscar también el lado oscuro de cada personaje (otra vez, sin jiribilla).
Las canciones que todos coreamos en 1982 fueron compuestas por Rod Temperton, y producidas por Quincey Jones. Ellos no dieron la cara, Michael Jackson sí. Y a partir de entonces, su vida se convirtió más que nunca en un espeluznante tobogán de notoriedad, de excesos, de extravagancias. También de buenas canciones. Lo triste de todo es que, como en aquel viejo video, ni muerto descansa en paz.
3 comentarios:
Excelente artículo Vicente... no está de más decir que me late mucho cómo escribes, lo pulido de tu redacción, pero aún más lo acertado de tu crítica... coincido, Michael Jackson fue más que una víctima del vitíligo, las cirugías estéticas o las drogas, una víctima de la sociedad y los medios... ouch, nos toca buena parte en eso... ni modo... el Rey ha muerto...
El rey ha muerto...
Tengo unos pronósticos.. después de "Jacko" se nos va a ir Prince o
Madonna...
A ver que pasa... mientras tanto, larga vida al rey....
Mi estimado Vicente:
Yo —que, supongo, en algo he de ser «sociedad»— no siento ni tantita culpa por la vida, la muerte, las desventuras o lo que sea que haya habido de lastimoso en la vida de este personaje excesivo, sí, pero sobre todo ridículo y repugnante. Me alarmó, al principio (es decir: cuando recién había reventado), el tono general de compasión que cundió en las lamentaciones por su final abrupto; ahora, pasada una semana, esa victimización de semejante egoísta monstruoso me enerva un poquito, te he de decir. Nadie le puso una pistola en la cabeza para que se dedicara a lo que se dedicó, ¿no?, ni para que aceptara el escándalo —y lo nutriera continuamente— como forma natural de vida. En fin: acaso pasaré por cascarrabias, pero la cosa es que, como decían unos versitos que recordó alguna vez Antonio Alatorre, al ánima en pena de Jackson habría que decirle: «Tú lo quisiste, frayle Mostén, / tú lo quisiste, tú te lo ten».
Un abrazo.
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