lunes, 2 de febrero de 2009

Autorretrato con Rulfo


Reproduzco hoy aquí la primera reseña que publiqué, hace ya algunos años, cuando estudiaba periodismo. El libro que reseñé entonces es todavía uno de mis títulos preferidos: Autorretrato con Rulfo, de Saúl Rosales Carrillo. De entonces a hoy, este volumen de cuentos ha seguido acumulando ediciones y es fácil de conseguir:

Después de leer Autorretrato con Rulfo, segundo volumen de cuentos de Saúl Rosales, queda la certeza indiscutible de que en lo cotidiano nacen las utopías. Con la vida que les da el autor, los personajes tienen poco tiempo para preocuparse por las miradas entrometidas de quienes los leemos, y se desplazan por el libro con una naturalidad insólita: arrastran problemas añejos, confunden el amor con las ideas políticas, celebran cumpleaños o se empeñan a sí mismos en un bazar para conjurar al maligno desempleo. De sus búsquedas surgen historias entrañables, vitales, condimentadas por un hábil manejo del lenguaje que logra piezas ejemplares de carpintería narrativa.
Diez cuentos componen esta obra que es ya un clásico de la literatura forjada en los márgenes del Nazas. En "Aguinaldo para Santoclós", Rosales hace descender del pedestal de la mitología contemporánea al gordo personaje navideño: lo humaniza, lo vuelve uno más entre nosotros y lo deja a la deriva, a que tome sus propias decisiones. La solución de encrucijadas habituales es el punto de encuentro en todas las historias.
En "Amor en Moscú", el narrador desliza una advertencia helada: “El amor, aunque hace infinitos los momentos, no detiene el tiempo”. Bajo esta reflexión, un personaje del desierto y una hermosa mujer soviética enfrentan la doble disyuntiva de encontrar un momento común para personas distintas: ¿qué los sostiene? ¿el pasado o el futuro, la expectativa o las raíces?
En el cuento que le da título al volumen, el narrador cuenta que una vez le dijo a Juan Rulfo: “me preocupan las necesidades del pueblo”. El creador de Comala le soltó una respuesta que terminó de disolver los límites de por sí imprecisos entre la narrativa y el mundo real. Nadie se asombre entonces de verse retratado en la tinta de Rosales, cruzando una calle o enfrascado en un insoluble laberinto burocrático. Después de leer Autorretrato con Rulfo, muchos nos hemos quedado sin saber a ciencia cierta si somos lectores o leídos, si habitamos en las páginas o las páginas habitan en nosotros. Entonces nos damos cuenta de que el autorretrato es con todos.

1 comentario:

El Rulfiano dijo...

Vicente, que bueno que a traves de tu blog, y de las oportunidades que tienes para publicar en los medios, promociones la literatura de La Laguna; sobre todo de autores como el Maestro Saul Rosales.