A partir del sábado, Carlos Prieto (cello) y Edison Quintana (piano) ofrecerán un ciclo de recitales titulado Tres siglos de obras para violonchelo y piano. Los conciertos se realizarán los días 17, 24 y 31 de enero y 7 de febrero en la Sala Carlos Chávez, en la zona cultural de Ciudad Universitaria, en la Ciudad de México. Transcribo en este espacio una entrevista que hice con don Carlos hace unos meses, con motivo de la reedición de su libro Cinco mil años de palabras:
Cinco mil años con Carlos Prieto
“La lengua es una especie de vehículo mágico que mantiene vivo lo que pensaron muchos de nuestros antepasados hace milenios. Nos permite también dejar para el futuro testimonios múltiples del presente”, afirma Carlos Prieto en la introducción de Cinco mil años de palabras, un libro que habla de las lenguas y su historia.
Una afirmación como esa no se lanza así porque sí. Prieto y las letras son viejos amigos: su libro anterior, Las aventuras de un violonchelo (publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1998), se ha traducido al portugués, al inglés, al ruso. En México lleva al menos tres ediciones y dos reimpresiones. Otros títulos suyos son De la URSS a Rusia (FCE, 1993) y Alrededor del mundo con el violonchelo (AEM, 1988).
El maestro habla con seguridad, apoya sus palabras con movimientos de las manos, tempera su voz con el volumen y el tono precisos. No es casualidad que se trate de un gran músico. Su dominio del violonchelo lo ha llevado a tocar en Europa, Estados Unidos, Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas, Canadá, China, India y América Latina. Y en los últimos treinta años ha emprendido decenas de giras, presentándose en muchos de los más importantes teatros del mundo.
Además de su formación musical y su labor literaria, cuenta con sendos títulos en las carreras de Ingeniería y de Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que lo nombró en 1993 miembro de su Consejo Asesor de Música y Teatro.
Un viaje al pasado
Cinco mil años de palabras aborda un tema que apasiona a su autor desde hace al menos cuarenta y cinco años: el surgimiento, la vida, la muerte e incluso la resurrección de las lenguas: “el tema de las lenguas me interesa de forma extraordinaria”.
Con doscientos sesenta y ocho páginas escritas con claridad y llenas de ejemplos divertidos, el libro está pensado para el lector común: “nunca fue mi idea hacer una enciclopedia acerca de las lenguas. No es un ladrillo. Este, si acaso, es un ladrillito. Está hecho para dar a conocer muchos aspectos apasionantes y divertidos que tienen que ver con las lenguas”.
El texto comienza con un análisis de cómo surgió, hace alrededor de cien mil años, el Homo Sapiens. Después aborda la historia de las lenguas en el mundo y la dificultad para seguir sus huellas en el pasado. Prieto lo explica así: “cuando se retrocede en el tiempo investigando el origen de las lenguas, se llega a un límite, que son los tres mil años antes de Cristo. Es en esa etapa cuando surgen las escrituras, cuando los sumerios y los egipcios inventan, respectivamente, los signos cuneiformes y los jeroglíficos. Más atrás en el tiempo, los datos se vuelven más escasos y oscuros”.
Hoy, afirma el maestro, se hablan en la Tierra entre seis mil y siete mil lenguas. “La diferencia en el cálculo se debe a la dificultad que entraña definir las fronteras entre una y otra. Sin embargo, a pesar de su abundancia, las lenguas se hallan divididas en diecisiete familias lingüísticas, es decir, en grupos de lenguas que comparten orígenes comunes. La principal familia es la indoeuropea. De ésta provienen, entre muchas otras, las lenguas latinas, las germánicas, las eslavas y el griego”.
Traducir del español al español
Cinco mil años de palabras dedica especial atención al español y a la forma en cómo éste ha cambiado al través de la historia: “lo que comenzó como un dialecto en una pequeña zona del noreste de la península ibérica es hoy una lengua internacional, la tercera en el mundo de acuerdo al número de hablantes que la tienen como lengua materna”.
“El español posee una gran estabilidad –declara Prieto–. Quienes habitamos el territorio hispanohablante nos entendemos fácilmente unos a otros. Son menos las diferencias entre los distintos tipos de español que las que existen, por ejemplo, entre la lengua de Portugal y la de Brasil. Sin embargo, no son idénticos el español que se habla en Buenos Aires que el que se habla en México o en diferentes puntos de España”.
Mientras habla, hojea su libro en busca de un ejemplo. Lee un breve texto en lunfardo, habla originaria de los bajos fondos de Buenos Aires cuyo uso se extendió después al español de Argentina, sobre todo en los tangos: “Fui bacán de la grela que me amuró una tarde, pasándose al cotorro de un farabute”. La frase, una vez traducida por Prieto, quiere decir: “fui amante manirroto de la mujer que me abandonó una tarde, pasándose a la vivienda de un hombre ruin”.
Acerca de la muerte y la resurrección de las lenguas, Carlos Prieto confiesa que al escribir el libro le interesaba particularmente el caso del hebreo: “la discusión, cuando se crea el estado de Israel, era cuál sería el idioma del nuevo país. El hebreo ganó la competencia. Sin embargo, en ese momento el hebreo sólo se hablaba en sinagogas. Para volver a generalizarlo debió ser adaptado, renovado”.
Lamenta que no corriera la misma suerte el dálmata, lengua hoy extinta que se habló en la antigua Dalmacia –región de la costa adriática de Croacia– hasta fines del siglo XIX, cuando murió Tuone Udaina, el último hombre que sabía hablarla.
Inversiones de incierto destino
Si bien es cierto que Cinco mil años de palabras es un viaje al pasado, para nadie es un secreto que Carlos Prieto es un prestigiado músico que, sin hacer a un lado las obras consagradas, hace una apuesta por el presente. Se ha convertido en un promotor incansable de la música y los compositores contemporáneos, en particular de México, Iberoamérica y España.
Ésa es la razón por la que ha estrenado alrededor de ochenta obras, la mayoría de ellas acompañado por el Piatti, su Stradivarius nacido en 1720: “Mirando hacia atrás, a veces miembros de mi familia me acusan de que invierto un tiempo excesivo en estudiar obras de incierto destino. Yo me doy perfecta cuenta de que, por ejemplo, de los contemporáneos de Beethoven, de los contemporáneos de Mozart, se conocen sólo unos cuantos nombres. Seguro hay cientos de compositores que hoy son totalmente desconocidos.
”No me hago ilusiones de que todas las obras que estrenado vayan a sobrevivir. Algunas lo harán. Intento que las obras nuevas que toco sean obras que me gusten, y tienen ese incierto destino. Yo podría estar dando muchos más conciertos de obras tradicionales si no invirtiera tiempo en estas obras, pero a mí me interesa invertir en uno y en otro”.
Próximo retorno
Investigador del pasado, promotor del presente, Prieto no ignora que el futuro no está escrito. Lo que en el pasado era música de los bajos fondos –el jazz, el blues, el tango–, hoy se ha ganado espacios muy importantes y se escucha en las salas de concierto. Piazzola, por ejemplo, se está convirtiendo en un músico cada vez más admirado: “Piazolla fue un gran genio que intentó tener éxito por el camino de la música sinfónica. Probablemente gracias a su maestra, Nadia Boulanger, encontró que su camino no era ése. Su camino era usar el idioma que había aprendido de las calles de Buenos Aires, o si no en las calles por lo menos en donde había vivido”.
El maestro Prieto señala que la música de concierto está retornando un poco a ser más fácilmente comprensible que lo que era hace veinte o treinta años la llamada música de vanguardia: “Muchos de los grandes nombres de la música de vanguardia organizaban conciertos muy interesantes, pero que atraían sólo a pequeños núcleos. Hoy me parece que la música está retornando a ser más melódica y más comprensible para el común de los músicos”.
“Además me interesa mucho un fenómeno que se dio en los años veintes o treintas: nadie dudaba del mérito de Webern o de Schönberg, y a Shostakovich lo relegaban como si fuera un compositor de segunda fila, menos innovador que éstos. Hoy, que están muertos todos, la música de Webern se toca muy poco, la música de Schönberg también se toca relativamente poco… de los músicos del siglo veinte creo que el más tocado es Shostakovich”. ¿Por qué menciono esto? Porque por esa razón la música está retornando hoy a un estilo más comprensible”.
Señala que lo mismo está ocurriendo con muchos compositores en lugares como Estados Unidos y China; se están componiendo obras mucho más cercanas a un estilo muy asequible.
Otro caso notable es el del compositor argentino Osvaldo Golikov (mencionado también como Golijov): “una obra suya, La pasión según san Marcos, se está tocando en todo el mundo con un éxito fantástico. En ella se utilizan ritmos latinoamericanos: argentinos, cubanos, mucha salsa. Una obra muy notable por la mezcla de música de concierto con ritmos latinoamericanos expresados de la manera más popular posible, con los instrumentos naturales”.
Carlos Prieto es un hombre sencillo, con disciplina de piedra. Se conduce con el mismo entusiasmo al escribir sus libros que al arrancarle a su violonchelo ráfagas de notas. En él se combinan música y lenguaje. Hace cantar al idioma, hace hablar al violonchelo. Quizá sea por ello que Carlos Fuentes dice en el prólogo a Cinco mil años de palabras: “¿Cómo salimos del silencio? ¿Cuándo empezamos a hablar? ¿Cómo creamos un vocabulario? ¿Por qué pronunciamos palabras? (…) El estimulante y erudito viaje de Carlos Prieto por la geografía de las lenguas nos devuelve a estas preguntas sobre el origen y el destino de las palabras que usamos. Nos entrega, gran músico como lo es, una sinfonía coral conmovedora en la que los cellos hablan castellano, los violines francés, inglés los cornos, alemán los oboes, italiano los píccolos, ruso los bajos, chino las flautas, japonés las arpas, árabe los clarinetes, hebreo el piano… y, melancólicamente, cantan el último dálmata y el último maya…”.
Una afirmación como esa no se lanza así porque sí. Prieto y las letras son viejos amigos: su libro anterior, Las aventuras de un violonchelo (publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1998), se ha traducido al portugués, al inglés, al ruso. En México lleva al menos tres ediciones y dos reimpresiones. Otros títulos suyos son De la URSS a Rusia (FCE, 1993) y Alrededor del mundo con el violonchelo (AEM, 1988).
El maestro habla con seguridad, apoya sus palabras con movimientos de las manos, tempera su voz con el volumen y el tono precisos. No es casualidad que se trate de un gran músico. Su dominio del violonchelo lo ha llevado a tocar en Europa, Estados Unidos, Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas, Canadá, China, India y América Latina. Y en los últimos treinta años ha emprendido decenas de giras, presentándose en muchos de los más importantes teatros del mundo.
Además de su formación musical y su labor literaria, cuenta con sendos títulos en las carreras de Ingeniería y de Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que lo nombró en 1993 miembro de su Consejo Asesor de Música y Teatro.
Un viaje al pasado
Cinco mil años de palabras aborda un tema que apasiona a su autor desde hace al menos cuarenta y cinco años: el surgimiento, la vida, la muerte e incluso la resurrección de las lenguas: “el tema de las lenguas me interesa de forma extraordinaria”.
Con doscientos sesenta y ocho páginas escritas con claridad y llenas de ejemplos divertidos, el libro está pensado para el lector común: “nunca fue mi idea hacer una enciclopedia acerca de las lenguas. No es un ladrillo. Este, si acaso, es un ladrillito. Está hecho para dar a conocer muchos aspectos apasionantes y divertidos que tienen que ver con las lenguas”.
El texto comienza con un análisis de cómo surgió, hace alrededor de cien mil años, el Homo Sapiens. Después aborda la historia de las lenguas en el mundo y la dificultad para seguir sus huellas en el pasado. Prieto lo explica así: “cuando se retrocede en el tiempo investigando el origen de las lenguas, se llega a un límite, que son los tres mil años antes de Cristo. Es en esa etapa cuando surgen las escrituras, cuando los sumerios y los egipcios inventan, respectivamente, los signos cuneiformes y los jeroglíficos. Más atrás en el tiempo, los datos se vuelven más escasos y oscuros”.
Hoy, afirma el maestro, se hablan en la Tierra entre seis mil y siete mil lenguas. “La diferencia en el cálculo se debe a la dificultad que entraña definir las fronteras entre una y otra. Sin embargo, a pesar de su abundancia, las lenguas se hallan divididas en diecisiete familias lingüísticas, es decir, en grupos de lenguas que comparten orígenes comunes. La principal familia es la indoeuropea. De ésta provienen, entre muchas otras, las lenguas latinas, las germánicas, las eslavas y el griego”.
Traducir del español al español
Cinco mil años de palabras dedica especial atención al español y a la forma en cómo éste ha cambiado al través de la historia: “lo que comenzó como un dialecto en una pequeña zona del noreste de la península ibérica es hoy una lengua internacional, la tercera en el mundo de acuerdo al número de hablantes que la tienen como lengua materna”.
“El español posee una gran estabilidad –declara Prieto–. Quienes habitamos el territorio hispanohablante nos entendemos fácilmente unos a otros. Son menos las diferencias entre los distintos tipos de español que las que existen, por ejemplo, entre la lengua de Portugal y la de Brasil. Sin embargo, no son idénticos el español que se habla en Buenos Aires que el que se habla en México o en diferentes puntos de España”.
Mientras habla, hojea su libro en busca de un ejemplo. Lee un breve texto en lunfardo, habla originaria de los bajos fondos de Buenos Aires cuyo uso se extendió después al español de Argentina, sobre todo en los tangos: “Fui bacán de la grela que me amuró una tarde, pasándose al cotorro de un farabute”. La frase, una vez traducida por Prieto, quiere decir: “fui amante manirroto de la mujer que me abandonó una tarde, pasándose a la vivienda de un hombre ruin”.
Acerca de la muerte y la resurrección de las lenguas, Carlos Prieto confiesa que al escribir el libro le interesaba particularmente el caso del hebreo: “la discusión, cuando se crea el estado de Israel, era cuál sería el idioma del nuevo país. El hebreo ganó la competencia. Sin embargo, en ese momento el hebreo sólo se hablaba en sinagogas. Para volver a generalizarlo debió ser adaptado, renovado”.
Lamenta que no corriera la misma suerte el dálmata, lengua hoy extinta que se habló en la antigua Dalmacia –región de la costa adriática de Croacia– hasta fines del siglo XIX, cuando murió Tuone Udaina, el último hombre que sabía hablarla.
Inversiones de incierto destino
Si bien es cierto que Cinco mil años de palabras es un viaje al pasado, para nadie es un secreto que Carlos Prieto es un prestigiado músico que, sin hacer a un lado las obras consagradas, hace una apuesta por el presente. Se ha convertido en un promotor incansable de la música y los compositores contemporáneos, en particular de México, Iberoamérica y España.
Ésa es la razón por la que ha estrenado alrededor de ochenta obras, la mayoría de ellas acompañado por el Piatti, su Stradivarius nacido en 1720: “Mirando hacia atrás, a veces miembros de mi familia me acusan de que invierto un tiempo excesivo en estudiar obras de incierto destino. Yo me doy perfecta cuenta de que, por ejemplo, de los contemporáneos de Beethoven, de los contemporáneos de Mozart, se conocen sólo unos cuantos nombres. Seguro hay cientos de compositores que hoy son totalmente desconocidos.
”No me hago ilusiones de que todas las obras que estrenado vayan a sobrevivir. Algunas lo harán. Intento que las obras nuevas que toco sean obras que me gusten, y tienen ese incierto destino. Yo podría estar dando muchos más conciertos de obras tradicionales si no invirtiera tiempo en estas obras, pero a mí me interesa invertir en uno y en otro”.
Próximo retorno
Investigador del pasado, promotor del presente, Prieto no ignora que el futuro no está escrito. Lo que en el pasado era música de los bajos fondos –el jazz, el blues, el tango–, hoy se ha ganado espacios muy importantes y se escucha en las salas de concierto. Piazzola, por ejemplo, se está convirtiendo en un músico cada vez más admirado: “Piazolla fue un gran genio que intentó tener éxito por el camino de la música sinfónica. Probablemente gracias a su maestra, Nadia Boulanger, encontró que su camino no era ése. Su camino era usar el idioma que había aprendido de las calles de Buenos Aires, o si no en las calles por lo menos en donde había vivido”.
El maestro Prieto señala que la música de concierto está retornando un poco a ser más fácilmente comprensible que lo que era hace veinte o treinta años la llamada música de vanguardia: “Muchos de los grandes nombres de la música de vanguardia organizaban conciertos muy interesantes, pero que atraían sólo a pequeños núcleos. Hoy me parece que la música está retornando a ser más melódica y más comprensible para el común de los músicos”.
“Además me interesa mucho un fenómeno que se dio en los años veintes o treintas: nadie dudaba del mérito de Webern o de Schönberg, y a Shostakovich lo relegaban como si fuera un compositor de segunda fila, menos innovador que éstos. Hoy, que están muertos todos, la música de Webern se toca muy poco, la música de Schönberg también se toca relativamente poco… de los músicos del siglo veinte creo que el más tocado es Shostakovich”. ¿Por qué menciono esto? Porque por esa razón la música está retornando hoy a un estilo más comprensible”.
Señala que lo mismo está ocurriendo con muchos compositores en lugares como Estados Unidos y China; se están componiendo obras mucho más cercanas a un estilo muy asequible.
Otro caso notable es el del compositor argentino Osvaldo Golikov (mencionado también como Golijov): “una obra suya, La pasión según san Marcos, se está tocando en todo el mundo con un éxito fantástico. En ella se utilizan ritmos latinoamericanos: argentinos, cubanos, mucha salsa. Una obra muy notable por la mezcla de música de concierto con ritmos latinoamericanos expresados de la manera más popular posible, con los instrumentos naturales”.
Carlos Prieto es un hombre sencillo, con disciplina de piedra. Se conduce con el mismo entusiasmo al escribir sus libros que al arrancarle a su violonchelo ráfagas de notas. En él se combinan música y lenguaje. Hace cantar al idioma, hace hablar al violonchelo. Quizá sea por ello que Carlos Fuentes dice en el prólogo a Cinco mil años de palabras: “¿Cómo salimos del silencio? ¿Cuándo empezamos a hablar? ¿Cómo creamos un vocabulario? ¿Por qué pronunciamos palabras? (…) El estimulante y erudito viaje de Carlos Prieto por la geografía de las lenguas nos devuelve a estas preguntas sobre el origen y el destino de las palabras que usamos. Nos entrega, gran músico como lo es, una sinfonía coral conmovedora en la que los cellos hablan castellano, los violines francés, inglés los cornos, alemán los oboes, italiano los píccolos, ruso los bajos, chino las flautas, japonés las arpas, árabe los clarinetes, hebreo el piano… y, melancólicamente, cantan el último dálmata y el último maya…”.
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