Viernes 30 de abril
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Tomo como pretexto este toquín de Jaime López para reproducir una entreviste que le hice hace ya algunos años a este poeta y orquestador del taconazo nacional:
Y mi voz quemadura se llama el material en donde la voz de Maru Enríquez y la guitarra de Jaime López se entrelazan para rendir homenaje a Xavier Villaurrutia. Quince poemas-canción que surgieron de una comedia musical para cantante, músico y actor, que después dio origen a un elepé (Y mi voz quemadura, Discos Pueblo 2002)
Maru, ¿cómo surge Y mi voz quemadura? Un día me reencontré con Jaime, me mostró un texto de Villaurrutia musicalizado: “Silencio, silencio” –la tercera canción del disco que estrenamos en el “Café de Nadie”. Una coincidencia muy grata fue que el dueño del lugar nos dijo que ese espacio, que ahora es el café, antes había sido casa de las hermanas de Villaurrutia y que el poeta las visitaba con frecuencia.
¿Cómo te preparaste para interpretar este material? Tuve un buen acercamiento a las obras completas de Villaurrutia: ensayos, prosa, poesía. Me di cuenta del profundo sentido del humor del autor. No es un poeta de la muerte, sino irónico. También la experiencia de trabajar en la casa de sus hermanas el “Café de Nadie” nos fue metiendo en una dinámica muy a tono.
Han definido Y mi voz quemadura como el soundtrack de una película que no fue realizada. ¿Qué tipo de película crees que hubiera sido? Fue el soundtrack de una obra de teatro, eso sí se concretó. Lo de la película hubiera sido una película obviamente muy poética, en homenaje a Villaurrutia, al espíritu villaurrutiano, digamos.
Jaime, a partir de este reencuentrocon Villaurrutia, supongo se volvió uno de tus poetas de cabecera ¿A qué otros poetas recurres frecuentemente?
No empecé componiendo a partir de poetas, más bien a partir de compositores, de cantantes y de músicos, que a fin de cuentas me parecían más atractivos. Pocos poetas me mueven el cuerpo. De quienes yo conocía de chavo, me atrapó inmediatamente Dylan Thomas, por que visualmente se mueve, porque auditivamente de mueve, lo que está escrito se mueve por sí solo. También algunos contemporáneos muy cercanos con los que llegué a tratar en una parte de mi juventud, como Ricardo Castillo, Enrique Serna, que aunque escribe novelas para mí es un gran poeta, Xavier Velasco, premios aparte e independientemente de que escribió algo sobre mí.
Vuelvo con Maru: Tienes una larga trayectoria como cantante, ¿cuál es la relación de la mujer con la canción? En un principio había que adaptar las canciones para que fueran femeninas, porque normalmente las canciones tienen un punto de vista masculino, sobre todo las de amor. Entonces, ése era un conflicto. Por fortuna siempre he trabajado cercana a los compositores vivos, he tenido la suerte de que las adapten a la forma femenina. Creo que la sensualidad al interpretar una canción, es un aporte que sólo tenemos nosotras.
¿Cuál fue la canción más difícil de Y mi voz...? Todas tuvieron su grado de dificultad, por distintas razones, pero yo creo que la última -Bajo el siglo de la luna- es la que más me costó trabajo afrontar, no sé si por el tipo de arreglo, no lo tengo muy claro. Lo que sé es que antes que rockera, yo soy una intérprete de canciones.
¿Como se retrata a sí mismo Jaime López? Ya sé que luego es medio falso decir “No, yo no...” –se queda unos instantes pensando- soy muy autocrítico y a lo mejor tengo alguna imagen. Me veo como un compositor en el amplio sentido de la palabra: puedes componer a través del cuerpo, con la danza, o una canción. No hay mejor halago que cuando alguien dice “esa canción suena a Jaime López” cuando alguien dice eso me siento muy bien y creo que ése soy.
¿Qué diferencias hay –si es que existen- entre Jaime López músico y Jaime López poeta? Pues no hay mucha diferencia, más bien como que hay mucha interrelación. Antes que poeta soy músico y cuando hago una canción puedo llegar a ser poeta. Es un halago que a fin de cuentas una canción resulte un poema, tal vez a un poeta le resulte un insulto que le digan que su poema parece canción. En mi caso es al revés, parto más bien de ser músico. Antes que nada fui un bailarín. Un bailarín digamos que un tanto cuanto caótico, pero a partir de eso comencé a darle foma a las palabras aunque tardíamente, como a los catorce años, se me atravesó una guitarra y me salió una canción y luego otra y otra hasta que eso se volvió más prolongado. Un día me di cuenta de que era hasta mi trabajo. Quizás muchos me toman como letrista, pero antes que todo soy un músico.
Vi hace poco a tocar Jaguares, y en entrevista, Saúl Hernández dijo que entre los músicos a quienes más admiraba estabas tú/ ¿Al fin lo dijo? Me conmueve, porque vi los primeros pasos de Saúl cuando Las Insólitas imágenes...un tipo realmente muy agradable, buen bajista, aunque muchos lo duden. Muchas canciones de él me llamaban la atención en aquel entonces. Ya con Caifanes ha sido otra historia, me ha tocado ver de alguna manera su desarrollo desde el inicio.
¿Podríamos definir algunas de tus canciones como crónicas audibles? Más bien películas por el oído. Para crónicas yo creo que las hace muy bien José Joaquín Blanco. Viniendo de él que Primera calle de la soledad, es una crónica de las más afortunadas creo que es por añadidura... No percibo la crónica como uno mis objetivos. Más bien el resolver imágenes muchas veces muy cinematográficas. Soy un camarógrafo a final de cuentas. No desprecio la era en la que nací.
Entre estas películas audibles abordemos el disco de Nordaka, ¿cómo surge la idea de hacer un trabajo así? Por deseos muy antiguos. Siempre quise tocar en un grupo norteño. Posteriormente, cuando fui rico y famoso –se ríe- dije, voy a grabar un disco norteño. Hace veintitantos años escribí Por cigarros a Hong Kong, estaba en un grupo que se llamaba Un Viejo Amor que era lo más alejado a la música norteña. Nada más contemporáneo que la polka norteña, ahora sí que es nuestro rock. Pasó el tiempo y Por cigarros... seguía ahí. Tiene que ver con todo lo que ahora llaman identidad, cultura o usos y costumbres: Nordaka a fin de cuentas lo empecé como demos y salvo dos o tres cosas que pulí, se quedó tal cual. El origen tiene que ver con nuestros paisajes, pero también tiene que ver con el cine. Cuando conocí al Piporro me dijo “sí me echo un palomazo” y participó en dos canciones.
Comentaban que tienen en puerta un proyecto llamado Gran Quinqué... Sí, son rolas exclusivas de Jaime, - contesta Maru- con arreglos más rockeros pero paradójicamente más acústicos. Las presentaciones de Y mi voz quemadura las hacíamos con voz y guitarra, me gusta regresar a la esencia de las canciones. Gran Quinqué es la primera canción que surgió del reencuentro con Jaime, y han ido saliendo otras en trabajo conjunto. Adelanto algunos títulos –interviene Jaime-: Gran Quinqué, La calle es una playa, El diablo habla en esperanto, Ocho Calumnias, Panteón de Neón. Es un disco que estaba desde antes de que se nos atravesara Villaurrutia, y de alguna manera qué bueno que se nos atravesó. Entre Villaurrutia y Villaurrutia fueron surgiendo estas canciones. Son rolas mías y más bien ahora de Maru, porque el material saldrá con su cara y con su voz, que ya maduró –termina Jaime y vuelve a reír.