viernes, 19 de septiembre de 2008

Instinto y creación


Reproduzco aquí un texto publicado en el más reciente número de Intermezzo, Revista Mexicana de Música Clásica.

Digamos que por un camino avanza Gabriel Atlan-Ferrara, legendario director de orquesta conocido como el anti-Karajan: en su historial hay cero grabaciones, cero películas, cero transmisiones radiales o televisivas. Si el director nacido en Salzburgo grabó más de novecientos discos, Atlan-Ferrara se niega a ser grabado porque eso equivaldría a “ser enlatado como una sardina”. Es un hombre difícil, que despotrica contra los críticos, contra el público, contra quienes asumen la música como performance. En la página 31, reproduciendo el flujo de pensamientos del director, el novelista escribe: “El límite era el público. El artista estaba a merced del auditorio. Ignorante, vulgar, distraído o perspicaz, conocedor intransigente o nada más tradicionalista, inteligente pero cerrado a la novedad, como el público que no soportó la Segunda Sinfonía de Beethoven, condenada por un crítico vienés del momento como un monstruo vulgar que azota furiosamente con su cola levantada hasta que el desesperadamente aguardado finale llega (…) Con razón no existe, en ninguna parte del mundo, un monumento en honor de un crítico”.
Por otro sendero camina Inés Rosenszweig, una joven que con el tiempo llegará a ser Inez Prada. Se trata de una pelirroja de origen mexicano sobre la que existen muchos rumores y muy pocas certezas. Se dice, por ejemplo, que para interpretar La Bohème contrajo la tuberculosis, que se encerró un mes en los subterráneos de la pirámide de Gizeh para cantar Aída, que se hizo puta para alcanzar el patetismo de La traviata. De un plumazo Fuentes la instala en el ambiguo territorio de la leyenda, al catalogarla como “una diva surgida del país de los mitómanos (…) un país pobre y devastado que exige como contraste la abundancia de personalidades riquísimas. México: las manos vacías de pan pero la cabeza llena de sueños”.
Instinto de Inez, novela publicada por Carlos Fuentes en el inicio del siglo XXI, se suma a una extensa obra que, ordenada bajo el título de La edad del tiempo, contiene libros como La muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra y Los años con Laura Díaz, por citar sólo algunos. Cabe comentar que durante este 2008 celebramos el ochenta aniversario de este autor, así como cincuenta años de la primera edición de La región más transparente, novela que representa un parteaguas en la narrativa mexicana.
En Instinto de Inez los pasos de Gabriel y la señorita Rosenszweig se cruzan en una situación poco común: una tarde, al salir de un ensayo, el joven director siente “la más indigna de las urgencias”. Minutos más tarde la cantante lo sorprende orinando en un callejón. Así el autor humaniza al sujeto, pues la importancia que Gabriel Atlan-Ferrara se atribuye hubiese impedido el acercamiento de hombre y mujer en otras condiciones. Pero este primer contacto es apenas la chispa que inicia una cadena de encuentros y ausencias que se prolongarán a lo largo de una vida. O mejor dicho, de dos vidas.
En una línea distinta de Instinto de Inez, Carlos Fuentes retoma otra de sus obsesiones: la prehistoria. Esta línea de la novela nos recuerda a Aura, una de las novelas más emblemáticas del escritor mexicano nacido en 1928. El novelista imagina el momento en que una mujer (a-nel) y un hombre (ne-el) se topan por primera vez. De ese encuentro nace la necesidad de nombrar, de nombrarse, de organizar el mundo a partir de la palabra, del tiempo. Nacen así el antes y el después como referencias fundamentales para abrirse paso en la naturaleza. Y aunque Fuentes no lo dice, con el tiempo y la abstracción nace una nueva posibilidad: hacer música.
En la página 88 parece vislumbrarse una conexión directa entre las dos historias cuando Atlan-Ferrara recomienda a los miembros del coro: “Imaginen, si eso les sirve, que al cantar están repitiendo sonidos de la naturaleza”. Sin embargo, se trata de un deslinde, pues cuando el asunto se toca abiertamente, el director dice: “Mentira. La música no es una sustitución de sonidos naturales sublimados por sonidos artificiales (…) divorcien sus voces de todo sentimiento o pasión reconocible, conviertan esta ópera en una cantata a lo desconocido, a la palabra y al sonido sin antecedentes, sin más emoción que la de sí mismos”.
Así, en Instinto de Inez la música se revela como una creación profundamente humana. Es precisamente su humanidad lo que la hace valiosa. Fuentes parece enunciar, en boca de Gabriel Atlan-Ferrara, su definición del arte de los sonidos y los silencios: “La música está a medio camino entre la naturaleza y Dios. Con suerte, los comunica”.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Morras salvajes en Guanajuato


Hace unas semanas fui con mi buen amigo, el poeta Mijail Lamas, a participar en una mesa de literatura en Cuévano, ciudad que algunos conocen todavía como Guanajuato. Después, en un café, nos encontramos con que se podían ordenar, con los postres, algunas morras (¿?) De no ser porque la propia carta especificaba que son muy salvajes, quizá me hubiese atrevido...
En fin, pronto regresaré a aquellas tierras. Ya me estoy preparando para ello: del cronista de Cuévano, Jorge Ibargüengoitia, estoy leyendo Sálvese quien pueda.

martes, 9 de septiembre de 2008

Presentación de la revista Tierra Adentro...

A ochenta años del nacimiento de Jorge Ibargüengoitia, la revista Tierra Adentro le rinde homenaje al cronista mayor de Cuévano. Además, este número contiene textos de J.M. Servín, Bernardo Esquinca y una entrevista con César López Cuadras.
Editada bimestralmente por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el más reciente número de esta revista será presentada el jueves 11 de septiembre a las 19:00 horas en el Salón Principal de la Casa Universitaria del Libro, en Orizaba 24, esquina Puebla, Colonia Roma. Participan Bernardo Esquinca, Mónica Nepote y un servidor.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Tres mosqueteros, veinte años después



Las historias se repiten. Si los tres mosqueteros eran cuatro -Athos, Porthos, Aramís y D’Artagnan-, no tendría por qué extrañarnos que el mejor trío de rock haya sido siempre un cuarteto: Metallica. Aquellos jóvenes rebeldes que escuchábamos antes hoy son cuarentones atribulados …y mejores que nunca.
Some Kind of monster, documental que recién se distribuye, expone a la banda en sus entrañas y revela asuntos importantes no sólo para quienes hemos seguido a Metallica desde los ochentas, sino para aquellos quienes recién se acercan al trabajo de estos músicos demoledores.
Fundado a inicios de los ochenta por James Hetfield (guitarra, voz) y por Lars Ulrich (batería), Metallica lleva poco más de veinte años haciendo ruido sobre la corteza terrestre. A ellos les debemos álbums imprescindibles como …and justice for all (1988) y Master of Puppets (1986). En todo este tiempo sus integrantes han tenido que superar obstáculos como la muerte del bajista Cliff Burton o la salida de elementos como Dave Mustaine o Ron McGovney. La crisis más reciente fue el abandono de Jason Newsted, bajista que llevaba trece años con la banda.
Esa rabia los empujó a una búsqueda que se extendió por más de dos años. Para enfrentarse a sus fantasmas, los músicos contrataron a Phil Towle, un sicólogo que los hizo zambullirse en ellos mismos. Allí el documental cobra valor porque nos muestra que Kirk, James y Lars no son inmunes a complejos cotidianos que compartimos muchos de nosotros: la angustia de no poder recuperar tiempos perdidos, el dolor de no ser respetado, el peso de ser huérfano, la presión de ser padre.
En dos horas y media somos testigos del proceso de composición y grabación de St. Anger, el disco más reciente de Metallica. Por primera vez las letras no son sólo responsabilidad de James Hetfield: son resultado de terapias colectivas, de sesiones profundas y difíciles, de no pocas discusiones. El producto son canciones potentes, honestas, cargadas de una vitalidad que comenzábamos a extrañar. Temas como Frantic, Dirty Window o la misma St. Anger son auténticas declaraciones de principios de estos cuarentones atribulados.
Asistimos también a una histórica reunión entre ellos y Dave Mustaine, actual vocalista de Megadeth. Allí continúa un capítulo que llevaba casi veinte años pendiente. Conocemos a las familias de cada uno, sus espacios domésticos.
Las heridas no podían sanar del todo mientras la silla de Jason Newsted siguiera vacía. La última parte del video muestra las audiciones para alinear a un nuevo bajista: el elegido fue Robert Trujillo, ex miembro de Suicidal Tendencies, excelente grupo con raíces hispanas que tiene música efectiva y letras contundentes. Con Trujillo, los tres mosqueteros vuelven a ser cuatro. Y veinte años después, siguen dando pelea.